domingo, 1 de marzo de 2015

Y estalló el Maine

La situación el día en que arribo el Maine era muy tensa. Pero, como todas los momentos complicados, éste tenía una explicación. Primero tenemos que enmarcarnos dentro de un periodo en el que todavía existían colonias repartidas por todo el mundo. Una de las potencias colonizadoras era España, que a pesar de que había perdido casi todos los territorios de ultramar, aún le quedaban Cuba, Filipinas y Puerto Rico, aparte de los territorios africanos que le habían tocado en el reparto derivado de la conferencia de 1884. 



Los Estados Unidos eran una fuerza emergente en aquellos años y había puesto sus ojos en los territorios españoles por su fuerte producción agrícola y, por lo tanto, económica. De hecho, le ofreció una suma de dinero a España por sus territorios, algo que rechazo frontalmente. 
Es entonces, cuando los Estados Unidos se aprovecharon del creciente movimiento independentista en Cuba para, según parece, financiar movimientos contrarios a la colonización española. Hubo muchos disturbios y, tras la llegada de Weyler estos no es que pararan, sino que fueron cortados de forma contundente.

Satira catalana en contra de la política estadounidense con respecto de Cuba

Con la excusa de asegurar los intereses de los residentes estadounidenses en la isla, el Gobierno estadounidense envió a La Habana el acorazado de segunda clase Maine. El viaje era toda una maniobra intimidatoria y de provocación hacia España, que se mantenía firme en el rechazo de la propuesta de compra realizada por los Estados Unidos sobre Cuba y Puerto Rico. El 25 de Enero de 1898, el Maine hacía su entrada en La Habana sin haber avisado previamente de su llegada, lo que era contrario a las prácticas diplomáticas no sólo de la época, sino actual.

El Maine entrando en la bahía de la Habana

A las 21:40 del 15 de febrero de 1898, una tremenda explosión ilumina el puerto de La Habana. El Maine había literalmente saltado por los aires. De los 355 tripulantes, murieron 254 hombres y dos oficiales. El resto de la oficialidad disfrutaba, a esas horas, de un baile dado en su honor por las autoridades españolas.
Sin esperar el resultado de una investigación, la prensa sensacionalista, dirigida William Randolph Hearst, publicaba al día siguiente el siguiente titular: "El barco de guerra Maine partido por la mitad por un artefacto infernal secreto del enemigo".

Mentiras en los diarios

A fin de determinar las causas del hundimiento se crearon dos comisiones de investigación, una española y otra estadounidense, puesto que estos últimos se negaron a una comisión conjunta. Los estadounidenses sostuvieron desde el primer momento que la explosión había sido provocada y externa, algo que según la conclusión española era absurdo, puesto que sí la explosión hubiera sido externa, habría peces muertos.
Lo cierto es que desde la prensa estadounidense siguió poniéndose el grito en el cielo y se declaró la guerra a España, que no tuvo más remedio que ir a una guerra, que, a pesar de los intentos voluntariosos de la prensa por levantar los ánimos, estaba perdida de antemano.  


Siempre se sostuvo la explosión interna del barco porque los Estados Unidos querían un casus belli (motivo de guerra), aunque para ello tuviera que acabar con unos cuantos de sus compatriotas (viendo su historia, tampoco es tan raro). El caso es que ese sería la primera actuación de los Estados Unidos fuera de sus fronteras. Una guerra que machacó literalmente a España, que perdió sus últimas regiones de ultramar. 
Años después, en 1975 concretamente, el Almirante de los Estados Unidos Hyman G. Rickover al frente de un equipo de investigadores reunió todos los documentos e informes de las comisiones encargadas de la investigación en 1898, y, tras un exhaustivo análisis de todo el material dictaminó, sin lugar a dudas "que una fuente interna fue la causa de la explosión del Maine”. Una explosión que, independientemente de quien la produjera, cambió la historia.

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