viernes, 30 de septiembre de 2016

Clásicos Inmortales: Las Diabólicas

Durante los años 50, antes de la Nouvelle Vagué, Francia destacó como un país donde se hacía buen cine de suspense, a veces mezclado con el terror. Uno de los grandes en ese sentido sería Henri-Georges Clouzot, quizás uno de los mejores cineastas franceses de la historia, injustamente olvidado hoy en día. El ejemplo perfecto de lo intenso de su cine lo tenemos en esta película llena de suspense y con esa pizca de terror psicológico que la hace única. 


Un internado de segunda clase se encuentra dirigido por un tirano llamado Michel Delassalle (Paul Meurisse). La escuela, sin embargo, no es propiedad suya, sino de su esposa, la frágil Christina (Vera Clouzot, que era esposa del director de la película). A pesar de esto, Delassalle es de facto el administrador del colegio dada la frágil salud de su esposa.


Delassalle mantiene de forma paralela una relación con Nicole Horner (Simone Signoret), otra maestra de la escuela. No obstante, las dos mujeres tienen una relación un tanto estrecha, basada principalmente en su odio mutuo hacía Michel debido a que abusa física y emocionalmente de ambas, aparte de ser un tipo que actúa despreciablemente con los niños.
Incapaz de soportar su maltrato por mucho tiempo, Nicole idea un plan para deshacerse de Michel para siempre. Aunque al principio dudaba si Christina la ayudaria, finalmente ésta accederá a formar parte de su maquiavelico plan. Christine amenaza a Michel con divorciarse de él para atraerlo a un edificio de apartamentos de Nicole en un pueblo alejado varios kilometros de distancia del colegio. 

Esposa y amante

Una vez establecido en el sitio y cuando supuestamente iban a volver, Christina lo seda. Posteriormente las dos mujeres lo ahogan en una bañera para arrojar su cuerpo a la piscina abandonada de la escuela. Cuando su cadáver flota a la superficie, ellas piensan que todo el mundo, cuando lo descubran, creera que ha sido un accidente. Casi todo va de acuerdo con sus planes hasta que el cuerpo no puede salir a la superficie. Creen que hasta el verano, no drenaran la misma por razones de mantenimiento. Sin embargo, los plazos se acortan y drenan la misma para que ellas se percaten con horror que el cuerpo no está; ha desaparecido. 

Un crímen que ocultar

El cuerpo de Michel, que ha sido dado por desaparecido, aparentemente se encuentra en el deposito de cadaveres según un periodico, pero cuando Christina va a reconocerlo, ve que no es él, conociendo en ese momento  a Alfred Fichet (Charles Vanel), un detective privado retirado, que se interesa por el caso. 
Cuando Christina y Alfred regresan al colegio, un niño es castigado por romper una ventana. El niño dice para asombro de Christine que fue Michel quien lo castigó. Después de oír esto, Christina se pone muy enferma y no puede ser fotografiada para la foto de la escuela. En la foto, una vez es revelada, parece que Michel se encuentra en la misma de pie en la parte de atrás junto a una ventana. Nicole se preocupa y sale de la escuela.

¿Dónde esta el cuerpo?

Christina, esta aterrada. Ella vio la muerte de su marido, pero ¿esta vivo? Le dice a Alfred todo lo sucedido. Evidentemente no la cree, pero investiga la piscina sin hallar nada. Esa noche, Christina oye ruidos y vaga por la escuela. Cuando se da cuenta de que alguien está en el centro, corre a su habitación. Allí se encuentra para su horror el cadáver de Michel en la bañera. 


Michel se levanta de la bañera con los ojos en blanco, y la aterrorizada Christina, que presenta una salud muy debil, tiene un ataque al corazón y muere. Entonces se revela que Michel, que llevaba puesta unas lentillas (de ahí lo de los ojos en blanco), y Nicole han establecido un plan desde el principio para acabar con su esposa. Michel estaba actuando como un "muerto", un ser venido del más allá, para asustar a Christina y que ésta, debido a sus problemas de salud, acabase literalmente falleciendo de miedo. Pero no contaban con que Alfred lo escucha todo, dandose cuenta del engaño, deteniendolos por premeditación de asesinato.
Tiempo después, el mismo niño que había roto antes de una ventana, rompe otra. Cuando un maestro le pregunta cómo consiguió su tirachinas, el chico le dice que Christina (la fallecida Christina, recordemos) se la dio. 


Una anécdota: Hitchock estuvo a punto de hacerse con los derechos de la novela en que se basó esta película, pero sería Clouzot (casí podríamos decir que su equivalente francés), el que la llevó a buen término con una atmosfera bastante cargante, un miedo casí patólogico de Christina (Vera Clouzot magnífica junto a Simone Signoret), que nos lleva a pensar si su marido esta realmente muerto... ¿O no? Una de las grandes obras del cine galo.  

Ficha

Dirección
H. G. Clouzot
Producción
H. G. Clouzot
Guión
H. G. Clouzot
Jérôme Géronimi
Obra: Boileau-Narcejac
Música
Georges Van Parys
Fotografía
Armand Thirard
Montaje
Madeleine Gug

Otros datos

País
Francia
Año
1955
Género
Suspense, Terror
Duración
114’

Protagonistas

Actor
Personaje
Simone Signoret
Nicole Horner
Véra Clouzot
Christina Delassalle
Paul Meurisse
Michel Delassalle
Charles Vanel
Alfred Fichet

Colección Olé!

A principios de los años 70, la editorial Bruguera tuvo una idea magnífica. Ésta consistía en publicar una recopilación de todas las historietas de sus personajes aparecidas en sus revistas en un único ejemplar o álbum. Dicha serie de álbumes se llamó Colección Olé! y recopilaria historias de Mortadelo y Filemón (cuyas historias se habían hecho más largas y elaboradas debido su entrada en la T.I.A. con hasta 44 páginas en total), Zipi y Zape, Pepe Gotera y Otilio, Rompetechos y un largo etcétera de personajes de la casa. 


Esta idea ha tenido (y tiene) gran acogida, siendo una de las más exitosas de la historia del cómic español. La colección Olé! ha tenido 4 etapas: la primera, que data de 1971 a 1986, fue llevada a cabo por la editorial Bruguera. Las siguientes tres han sido llevado a cabo por ediciones B, la sucesora de la mencionada Bruguera, siendo la segunda de 1987 a 1992, la tercera de 1992 a 1993 y la actual desde 1993. 


Los personajes que alcanzaron gran notoriedad en la colección fueron Mortadelo y Filemón, pero también otros harían sus pinitos en las historias largas o que recopilaban varios de sus capítulos cortos. Yo, por edad, he vivido muy intensamente la última colección y, de hecho, comencé a aficionarme al cómic hispano gracias a ediciones B y su colección Olé!, que tantas risas nos ha proporcionado a infinidad de lectores. Una maravillosa serie que aún perdura.

Azaña desconocido

"En España la mejor manera de guardar un secreto es escribir un libro"
Sería bastante presuntuoso decir que nadie conoce a Azaña. Muchos lo conocen, pero interpretan su forma de ser, sus motivaciones, negando lo que hizo mal y escondiendo aquellas cosas que hizo y dijo que no coinciden con su forma de pensar. 


Azaña, cuyo mentor político fue el gran Melquiades Álvarez, era un liberal de izquierdas, que sabía que en España no había liberales y, por lo tanto, demócratas. Azaña siempre se declaró reformista y fue uno de los que lucho durante la dictadura de Miguel Primo de Rivera por una República. 


Azaña cometió dos errores (comprensibles, pero errores). Su afirmación de que España no era católica (o había dejado de serlo) fomentó de forma indirecta que algunos energumenos comenzaran a atacar todo lo referente a la Iglesia, algo que se había iniciado desde antes con un anticlericalismo atroz que provocó la quema de conventos y material artístico, algo que se prolongaria hasta el final de la guerra civil. Niceto Alcalá-Zamora, que supuestamente era católico dimitió de la Presidencia del Gobierno provisional por la aprobación de la Constitución y con ello la laicidad del Estado, pero Azaña, que sabía las bajas condiciones humanas, le ofreció la Presidencia al Tramposo Alcalá Zamora, que acabo aceptando. 
El segundo error (compartido con otros) fue la aprobación de la Ley de Defensa de la República, la cual mediante métodos propios de una dictadura, castigaba penalmente a todos aquellos que criticaran el sistema o se autoproclamasen monárquicos, fomentando el cierre de periodicos como ABC. Ya lo comente en su momento, Azaña y otros decían de una forma indirecta que la supervivencia del sistema republicano no se conseguiría mediante la Constitución, sino mediante la fuerza. 


Por otro lado, Azaña, que aparte de ser Jefe de Gobierno era Ministro de la Guerra, se ganó la enemistad de medio ejército merced a sus reformas que adolecían de falta de tacto. A eso se sumaron las dos intentonas golpistas del nacionalismo catalán al que Azaña despreciaba ("Y si esas gentes van a descuartizar a España, prefiero a Franco. Con Franco ya nos entenderíamos nosotros, o nuestros hijos, o quien fuere, pero estos hombres son inaguantables. Acabarían por dar la razón a Franco") y la de Sanjurjo por no hablar del incidente de Casas Viejas, que motivó su dimisión de la jefatura del Gobierno y la convocatoria de elecciones. 


Desde ese momento, se vio que la Segunda República tenía dificultades para mantener el orden y tanto la izquierda como la derecha estaban fuertemente radicalizadas; se estaban preparando las trincheras. El intento del golpe comunista del 34 (disfrazado de huelga) firmó la sentencia de muerte de la República y el golpe del 36 fue la silla eléctrica. Azaña fue elegido Presidente de la República, tras el advenimiento del Frente Popular.
Azaña fue un intelectual que no pudo detener las barbaries que se cometieron. Una de sus penas más grandes fue leer en un periódico como su querido Melquiades Álvarez había sido asesinado por los que se decían republicanos. Se cuenta que a partir de ahí vio que no tenían remedio y que España, su querida España, había muerto. 


Años después, concretamente en el año 1976, Claudio Sánchez-Albornoz, que ocupó diferentes cargos durante durante la Segunda República y el cual era confidente del propio Azaña llegó a decir que un asqueado Manuel, ya avenjentado por su aislamiento y la barbarie cometida por unos y otros, apenado porque la República había sido un fracaso, le comentó: "No quiero ser Presidente de una República de asesinos". Azaña dimitió de la Presidencia en 1939 (año del fin de la guerra) para exiliarse en Francia. Lejos; muy lejos de España.