Cuando utilizamos la expresión "Cruzar el Rubicón" estamos haciendo referencia a dar un paso decisivo, a pesar de correr un riesgo extraordinario. La cuestión es que el Rubicón existe y es un río que desemboca en el mar Adriático, caracterizándose por ser muy torrencial.
Este río entraría literalmente en la historia. En el Siglo I a.C y anteriores, el río marcaba el límite del poder del gobernador de las Galias y éste no
podía adentrarse en Italia con sus tropas a no ser que lo hiciera ilegalmente. El Gobernador era Cayo Julio César, vencedor de las Galías, cuya sed de poder no conocía límites, siendo su siguiente objetivo la propia Roma. La
noche del 11 al 12 de Enero de 49 a. C., César
se detuvo un instante ante el Rubicón atormentado por las dudas y es que cruzarlo significaba una sola cosa: romper la Ley y convertirse, por lo tanto, en enemigo de
la República de Roma e iniciar una guerra civil.
Entonces, según cuenta Suetonio en su obra "Vidas de los doce césares", que Julio César de forma tajante dio la orden a sus tropas de cruzar el río, pronunciando en latín la frase "alea iacta est" (que significa "la suerte está echada").
Así se iniciaba el "casus bellis" (motivo o causa de guerra) que iniciaría una cruenta Guerra Civil, que ganarían los partidarios de Julio César, convirtiéndose éste en dictador de Roma, tras vencer a Pompeyo y sus aliados... y todo tras cruzar el Rubicón.
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