El problema de muchos catalanes fue el ponerse no ya detrás de un partido corrupto, sino creer que sus problemas venían de su relación con el resto de España o el famoso centralismo como les gusta decir al caduco nacionalismo. El problema de Cataluña no es ni mucho menos España. El problema lo tienen en su sanidad, educación y demás sectores a los que no se ha financiado en arás de un independentismo que hace aguas.
No hace aguas porque unos desarrapados sin oficio, ni beneficio, que viven del odio más exacerbado, no apoyen a Arturo Menos, ese cadáver que por alguna razón se mantiene en pie... aunque por poco tiempo. Hace aguas porque el independentismo catalán lo pueblan ideologías tan diversas que es incompatible que se den siquiera la mano. Y a todo esto llevan desde Septiembre sin Gobierno, demostrando que los catalanes les importan más bien poco y sólo quieren una cosa, el poder, y sólo viven por una cosa, su odio a España.
Mientras, en Cataluña hay gente, que con lo que tiene, busca salir adelante en medio de un crudo presente y un futuro incierto en el que se prevén otras elecciones, demostrandose que Cataluña, sin ser país, ni nación (nunca lo será), se ha convertido en la nueva Grecia.
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