Cuentan que en uno de esos programas de radio de antes, aquellos donde se escuchaba más música y no se oía nada de política (en la actualidad unos escasean y los otros son demasiados), en las típicas peticiones del oyente, uno de ellos quería que el locutor pusiera aquella canción del gorrioncito.
Dicho locutor, versado en temas musicales, se extrañó, ya que no conocía la canción a la que se refería el oyente. "Sólo quiero oir la canción del gorrioncito... el gorrioncito". Ninguna canción tenía ese título, ni se encontraba entre los discos más antiguos del locutor... hasta que, por casualidad o no tanta, dio con un disco recopilatorio de música italiana y ahí cayó en la cuenta: "¡Claro! "¡El gorrioncito!
La canción en cuestión no se llama así. Era la clásica canción romántica de Claudio Baglioni, "Sábado por la Tarde", la cual, aunque resulte llamativo, muchos hispanohablantes no conocían por el título efectivo de la canción, sino por la palabra con la que comenzaba, aquella palabra que lo definía todo: "Gorrioncito que melancolía..."
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