Nos encontramos en el 17 de Enero de 1966. A 10.000 metros de altitud, dos aviones del tipo B-52 y KC-135 Stratotanker de la Fuerza Aérea de los Estados Unidos de América, colisionaron, destruyéndose en ese momento, perdiendo cuatro bombas nucleares. Tres de esas bombas cayeron en tierra en un pequeño pueblo cuyo nombre era (y es) Palomares. Una de ellas caería en el mar Mediterráneo.
La cuestión es que esas bombas liberaron unas nubes de gas radiactivo, que hizo que la zona fuera acordonada. La sociedad española de la época, que (recordemos) vivía en una dictadura, se alarmó considerablemente a medida que salían testigos de las caídas de las bombas y posibles efectos que podrían suponer la radiación en la población que hubiera tenido algún contacto con los artefactos. Lo cierto es que ni el propio régimen franquista con su férrea censura pudo evitar que los periódicos sacaran infinidad de noticias sobre el tema.
La retirada de las bombas tanto terrestres como marinas no hizo que la gente se tranquilizara y el hecho de que se intentara limpiar la zona sin las medidas de seguridad adecuadas propicio la inquietud que el Gobierno intetaba cortar de alguna forma. Así, ante el peligro que podría provocar el incidente de Palomares para el turismo no sólo en la zona, sino en España, ya que previsiblemente esto supondría un descenso del turismo derivado del desarrollismo de los años 60, Manuel Fraga Iribarne, Ministro de Información y Turismo, el Embajador de los Estados Unidos y el Jefe de la región aérea del estrecho se dan un baño en la zona, abarrotada tanto por lugareños como por cámaras de televisión, intentando hacer ver que la población estaba fuera de peligro.
Lo cierto es que ya en plena Democracia se desclasificaron papeles del servicio secreto de la dictadura que demostraban que la población de Palomares no sólo había estado en peligro, sino que muchas de las enfermedades de ese momento y posteriores habían derivado de este famoso incidente. El Gobierno de Franco castigó a aquellos que airearon la noticia de una forma "poco acorde" a lo exigible, mientras que, por otra, parte intentó quitar hierro al asunto como demostraron con el famoso baño.
Lo cierto es que aproximadamente el 29% de la población de Palomares presentaba trazas de plutonio radiactivo en su organismo en aquellos años, haciendo que salieran a la luz enfermedades asociadas al incidente, siendo Palomares, en la actualidad, el lugar más radiactivo de España.
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