A lo largo de la historia del Cristianismo ha habido multitud de personajes que han destacado por su santidad y su nobleza a la hora de buscar siempre a Dios. Uno de esos hombres nació en Asís, poniéndole sus padres el nombre de Giovanni di Bernardone, aunque pasaría a la historia como Francisco de Asís.
Este gran hombre de Fe, vino al mundo en una época en la que el Cristianismo estaba en constante lucha con el islam por la posesión de tierra santa y dentro de la curia se vivía épocas oscuras en la que sólo se buscaba el poder, de ahí que muchos Papar fueran asesinados y que algunos de ellos tuvieran amantes o concubinas.
Asís, que en un inicio, estuvo en los ejércitos papales, le horrorizaba la perniciosa decadencia que existía en los que dirigían los destinos eclesiásticos. Francisco siguiendo la llamada de Dios abandono todo lo terrenal y comenzó a dedicarse a los más pobres. Francisco convivió con leprosos, siendo testigo de la pobreza extrema en la que vivían, así como el desprecio de muchas de las personas de su época hacía los enfermos, algo que ya se daba en tiempos de Jesús.
Su padre, enfadado por la vida ascética de su hijo, decidió encerrarlo, aunque cualquier castigo era recibido con regocijo por Francisco con tal de que este se debiera al amor a Cristo. Su madre, en ausencia de su padre, lo liberaría.
Francisco sería el fundador de la orden que llevaría su sombre, la Orden de San Francisco, conocida comúnmente como la Orden Franciscana. Posteriormente fundaría la Orden de las Hermanas Clarisas. La idea era retornar a la purezas de las enseñanzas de Jesús, lejos de guerras y enfrentamientos con otras religiones. De hecho, en más de una ocasión, el propio Francisco intento convertir a varios musulmanes durante sus años en Egipto.
Durante toda su vida, Francisco ayudo a los pobres, conviviendo con ellos y dándoles a entender que no estaban sólos, que Dios estaba con ellos.
Francisco falleció en 1226, tras pasar años sufriendo diferentes estigmas muy parecidos a las heridas recibidas por el mismo Jesús en la cruz. Pero lo que les quedo a todos los que le conocieron de una u otra forma fue su gran carisma, aparte de su dedicación a los pobres y desamparados.
Francisco I |
Después de muchos siglos, un Papa, el actual, tomaría el nombre de Francisco, al que admira profundamente por su dedicación a los pobres. Sería después de su elección, cuando visitaría a uno de los santos más humildes de la historia. Un hombre que vivió la pobreza y compartió su tiempo con aquellos que parecía que no tenían nada y, sin embargo, lo tenían todo: el Amor de Dios.
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