La fiesta de las siete semanas o Pentecostés (del griego Πεντηκοστή (ημέρα), Pentekosté (heméra) ("el quincuagésimo día") se celebraba el quincuagésimo día después de la Pascua, poniendo fin al tiempo pascual.
A los 50 días de la Pascua, los judíos celebraban la fiesta de las siete semanas,
que originalmente tenía carácter agrícola. Se trataba de la
festividad de la recolección, día de regocijo y de acción de gracias según el Éxodo,
en el cual se ofrecían lo producido por la tierra. Posteriormente dicha celebración se convirtió en recuerdo y conmemoración de la
Alianza del Sinaí (entrega de las tablas de la Ley al pueblo de Israel), realizada unos cincuenta días después de la salida de Egipto.
No se tiene noticias de la celebración de Pentecostés como una fiesta cristiana hasta el Siglo I, aunque cabe decir que no tenía tanta relevancia como la propia Pascua. Lo cierto es que los Cristianos la celebraban como la venida del Espíritu Santo sobre los Apóstoles y la madre de Jesús 50 días después de la Resurrección del Señor. En las escrituras se dice que el Espíritu Santo se posó encima de los apóstoles como lenguas de fuego, una de las muchas representaciones que se dan del mismo como la paloma o el fuerte viento.
Con Pentecostés se inician las actividades de la Iglesia, que consiste en explicar la misión de Cristo en toda la Tierra, así como la venida de Cristo, de ahí que los apóstoles pudieran hablar idiomas que no habían estudiado, ni conocían, destacando el contenido Universal (para todos) del mensaje de Cristo.
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