Cuentan que en plena guerra civil cuando Ramiro de Maeztu estaba frente al pelotón que lo iba a fusilar, sus últimas palabras fueron:
"Vosotros no sabéis por qué me matáis, pero yo sí sé por lo que muero: ¡Para que vuestros hijos sean mejores que vosotros!"
Ahora que vemos como se legfitima el insulto y la amenaza como forma de hacer política desde cualquier ámbito, cabría recordar el por qué hemos llegado a una situación en la que hemos pasado del rifirrafe al insulto desmesurado. Y es que se ha convertido en demasiado habitual el que una persona insulta a otra con la que no comparte su ideología. Algunos dirán que llamar fascista a alguien no es tan grave, pero lo es cuando dicha persona es demócrata y recibe dicho insulto porque tiene una visión concreta del mundo.
La Transición Española, con todos sus defectos, tuvo algo que no se consiguió en ningún sistema anterior: el principio de concordia nacional. Unos valores que se regían por el respeto a las opiniones por muy diferentes que fueran a las nuestras; donde una persona con una ideología determinada dejaría de ser nuestro enemigo irreconcilliable a adversario político pacifico.
Son los que insultan y amenazan los que deslegitiman a una época como la Transición en la que un español de derechas se abrazó a otro de izquierdas por el simple y noble hecho de buscar la Paz; una concordia nacional, que no resulto facil alcanzar, pero que ha llevado a España a las más altas cotas de prosperidad social nunca vistas. Una prosperidad que puede ser truncada por gentes que amenazan el sistema democrático de la forma más estúpida y antigua que existe: la demagogia, algo que ha llevado al insulto y a la amenaza a aquellos que no sólo no piensan como ellos, sino que se oponen a sus métodos de actuar.
Y es que hemos pasado de personajes opuestos ideologicamente, pero que aceptaron que la estabilidad de España era más importante (Carrillo, Fraga, etc. ) a una serie de personajes siniestros que tienen como bases países donde se carece de Democracia (véase Cuba o Venezuela) y cuyo cambio no es Regeneración, sino en una revolución consistente en laminar lo importante que fue nuestra Transición; un ejemplo para el mundo.
Los españoles, ya seamos de derechas, izquierdas o de centro, no podemos consentir que una horda antidemócratica, que se dedica a insulta y a amenazar por redes sociales, se haga con el país, utilizando las miserias derivadas de una crisis que aún persiste.
No digo que en esta Democracia se haya hecho todo bien, pero es engañoso decir que un sistema de libertades iba a ser perfecto y solucionar todos los problemas del país. En todo caso es mejor una Democracia imperfecta que la más perfecta de las dictaduras. Lo que espero, parafraseando al mencionado Ramiro de Maeztu, es que los hijos de los que se dedican a insultar o amenazar sean mejores que ellos.
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