Tras la muerte de Hernán Peraza y la insurrección de los gomeros cortada de forma tajante, la viuda de Peraza, Beatriz de Bobadilla, juró vengarse de los habitantes de la isla, a los que ella despreciaba. Para ello buscó la ayuda de Pedro de Vera, el cual había intervenido contra la sublevación isleña, de forma atroz.
Pedro de Vera era conquistador de la isla de Canaria y experto en hacer la guerra y, por lo tanto, el hombre perfecto para llevar a cabo su venganza. Pero para acabar con los sublevados, le bastó utilizar el engaño y la estratagema para que los incautos gomeros firmaran sin saberlo su propia sentencia de muerte. Se publicó un bando en el que cualquier gomero que no acudiera a las honras fúnebres del Conde, sería acusado de complice y traidor. Sin embargo, aquellos que acudieran serían perdonados.
Pedro de Vera |
Muchos de los gomeros, cristianizados acudieron a la Iglesia de San Sebastian con la esperanza de ser perdonados por los que al fin y al cabo eran sus señores. Los devotos gomeros presenciaron la misa, pera cuando ésta concluyo según iban saliendo por la puerta de salida, eran apresados. Muchas torturas fueron consumadas en la plaza de la iglesia, pero la más habitual fue la de colgarlos ante el escarnio de aquellos que los veían. Muchos niños y mujeres fueron vendidos como esclavos.
Se había consumado la sangrienta venganza pensada miles de veces por Beatriz de Bobadilla, pero consumada por Pedro de Vera, un hombre sanguinario y cruel que ese día tiñó de sangre la Isla Colombina. Uno de los días más negros de toda la historia de las Islas Afortunadas.
Esta historia esta adaptada del relato de la Matanza de los Gomeros, contenida en la Rebelión de los Gomeros
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