Bethencourt. Un apellido que tiene muchas variantes en las Islas Canarias (Betancur, Betancorth, Betancor, etc.). Todos derivan del Noble normardo Juan de Bethencourt que junto a Gadifer de la Salle protagonizarían la primera etapa de la conquista de las islas.
Los motivos bien claros: los económicos. Gadifer pretendían conseguir un señorío en las islas y Bethencourt la tinta procedente de la orchilla, ya que poseía factorías textiles y el colorante de este liquen era muy apreciado en las Cortes Europeas.
Al frente de sus hombres, los dos nobles se pusieron, teniendo como meta la conquista de Lanzarote, habitada en otro tiempo por otro aventurero: Laceloto Malocello, el cual le daría nombre a la isla. Una vez asentados en Lanzarote iniciarían la conquista de Fuerteventura. El Castillo de Rubicón sería el principal frente de operaciones por el que se dirigiría la conquista.
Allí Bethencourt fundaría una ciudad en su honor, Betancuria, capital de la isla y sede del obispado. No fue una conquista fácil. El propio Bethencourt tuvo que pedir auxilio a Enrique de Castilla, ante la falta de recursos. Tanto Juan como Gadifer tuvieron sus diferencias basadas en cuotas de poder que no ayudaban en nada. Juan se equivoco. Le pidió los derechos exclusivos sobre las islas al Rey castellano, marginando a Gadifer, su compañero de fatigas.
Tiempo tendría Bethencourt para conquistar la isla del Hierro. Cuentan que los aborígenes le ocultaron a los conquistadores el árbol sagrado Garoé, de cuyas hojas, manaba agua que en una isla como aquella era como el Maná que caía de los cielos. Una traición de uno de los conquistadores a una bimbache, que se había enamorado de él, posibilitó la conquista de la isla más pequeña del archipiélago. Fuera como fuera, la isla fue conquistada, pero allí no estaba Gadifer con el que tantos proyectos de conquista había hecho. Aquel al que había traicionado.
Gadifer, el peor parado, tuvo que hacer frente a la fatiga de los soldados a su cargo que no podían controlar la beligerancia isleña. La isla, tras su conquista fue separada. Gadifer nunca le perdono a Bethencourt lo que le había hecho. De la Salle le reclamó sus derechos al Rey Enrique, pero éste nunca lo acepto como tal, remitiéndole al acuerdo alcanzado con Bethencourt. Así, sólo, abandonado y alejado de aquellas islas, Gadifer murió diez años después.
El árbol Garoé |
Bethencourt estaba cansado. Había consumido parte de su vida en conquistar aquellas Islas a los que los antiguos llamaban Afortunadas, pero que se habían llevado un pedazo de él. El Gobierno de las mismas, se las dio a su sobrino Maciot, dejando definitivamente el archipiélago.
Fallecido en 1425, se sabe que murió recordando su etapa en las Islas de Canaria como aquella en la que ganó unas islas, pero perdió a aquel hombre al que con la fuerza de los años considero su amigo y que dejo su placentera vida en la Corte Francesa para acompañarle a conquistar las maravillosas Islas Canarias.
Relato basado en parte en la conquista de las Islas de Canaria llevada a cabo por Juan de Bethencourt y Gadifer de la Salle contenida en el diario de campaña conocido como "Le Canarien" realizado por los religiosos que viajaron con los conquistadores.
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