Las guerras suelen dejar héroes que con el paso del tiempo (mucho o poco) acaban por convertirse en leyenda. Uno de esos personajes era española y se llamaba Agustina Raimunda María Saragossa i Domènech.
Nacida en Reus, Agustina se casó muy joven (con 17 años) y, tras estallar la guerra contra el invasor francés en lo que se conocería como la guerra de la independencia, ella y su marido, que fue uno de los primeros en alistarse, acabaron recalando en Zaragoza. Allí vivirían un asedio que le daría la fama a Agustina.
Tras haber caído heridos o muertos todos los defensores de la puerta del Portillo, las tropas galas iban a culminar el asalto. La joven Agustina, que llevaba la comida a su marido, tomó la mecha de
manos de un artillero herido y consiguió disparar un cañón sobre las
tropas francesas. Cuenta la leyenda que los
asaltantes franceses, temiendo una emboscada, se retiraron de forma apresurada. Lo del cañón fue indudablemente cierto, puesto que hubieron testigos del momento, pero no sabemos si la retirada francesa fue inmediata y mucho menos sí fue por la acción de Agustina.
El caso es que Agustina pasó a ser el arquetipo de héroe local, que sin ser militar, supo defender la Patria. Sin embargo, la leyenda es mucho más poderosa que la realidad. Se cuenta que, enterado el General Palafox de tal hazaña, mandó llamar a Agustina, felicitándola por dicha acción y concediéndole el distintivo de subteniente con el uso de los
escudos de distinción con el lema de cada uno de ellos: "Defensora de
Zaragoza" y "Recompensa del valor y patriotismo". Lo cierto es que, aunque Palafox admitió a Agustina dentro del cuerpo
de artilleros, lo sería como artillero raso.
Un título honorífico, es verdad, aunque Agustina de la que se cuenta siguió contribuyendo a la defensa de Zaragoza, ya formaba parte de la leyenda patriótica de un país que necesitaba héroes que levantaran la moral tanto a soldados como a civiles. Había nacido la leyenda de Agustína de Aragón.
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