jueves, 3 de diciembre de 2015

El encierro de la Príncesa de Éboli

Su nombre era Ana de Mendoza y de la Cerda, pero tras su matrimonio con Ruy Gómez de Silva, Príncipe de Eboli, se la conoció aún después de enviudar como la Princesa de Éboli. Ana de Mendoza sería una de las mujeres más influyentes de la España de Felipe II. 


Siempre con ese parche característico (se cuenta que era bizca o que no veía bien), durante la vida de su marido ya tuvo conflictos con las monjas, ya que quería que se construyesen dos conventos cuando y como ella quería, algo que le llevo a tener bastantes discusiones con la fundadora de la orden, Teresa de Jesús. Sin embargo, a pesar de los conflictos con las religiosas, practicamente vivió una vida bastante tranquila con su marido... hasta la muerte de éste. 


No hablo de posición económica, ya que su difunto esposo le dejo bastante dinero para vivir de forma desahogada con sus hijos. La cuestión llegó cuando mantuvo relaciones con uno de los hombres más poderosos de la Corte, Antonio Pérez, Secretario del Rey, el cual estaba casado. Sin embargo, todos sabían la relación existente entre ambos, preocupando seriamente el que aparte de un vinculo amoroso, hubiera una relación de intereses políticos y estrategicos. Todo el mundo sabe que la posición de Antonio Pérez para con el conflico de Flandes era mucho menos belicosa que la del Duque de Alba y que la Princesa de Éboli ejercía una notable influencia sobre el Rey (se dice que el hijo mayor de Ana tenía algo más que un notable parecido con el Monarca), siendo ambos los que predisponían al prudente Felipe contra su hermanastro Don Juan de Austria, Gobernador en aquellos momentos de los Países Bajos. 

Antonio Pérez

Se cuenta que Juan de Escobedo, Secretario de Don Juan, el cual estaba allí en busca de más apoyo económico del Rey para resolver el conflicto en los Países Bajos, descubrió en una actitud poco decorosa tanto a Antonio Pérez como a la Princesa de Éboli, aunque lo peor no fue eso, sino que supuestamente se llevó unos papeles que dejaban claro que el Secretario del Rey mantenía relaciones con los rebeldes holandeses, buscando la caída de Don Juan. Escobedo, primeramente, fue envenenado, aunque se recuperó y se ajustició a la morisca que le había servido la comida. Sin embargo, sucumbió cuando en una noche fue asesinado por 3 ó 4 hombres a sangre fría. 


Desde el primer momento se acusó a Antonio Pérez, dado los rumores que circularon por todo Madrid, y la Príncesa de Éboli cayó con él, siendo encerrada primero en el Torreón de Pinto, luego en la fortaleza de Santorcaz y privada de la tutela de sus hijos y de la administración de sus bienes y finalmente trasladada en  a su Palacio Ducal de Pastrana, donde morirá atendida por su hija menor, muriendo allí en 1592. 


A pesar de los intentos de Ana de ponerse en contacto con el Rey, éste llamativamente se mostró inmisericorde, ya que sí había algo que no soportaba Felipe II era la traición, aunque cabe destacar que los motivos de la muerte de Escobedo nunca se aclararon del todo. Lo que sí sabemos es que tras la fuga de Antonio Pérez (tras ayudarle su engañada esposa, haciéndole ponerse un vestido suyo), éste se encargaría de difundir parte de lo que sería la leyenda negra que tanto se cebó con Felipe II.

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