"La calle es mía" dijo Manuel Fraga en plena Transición, refiriéndose a que la gente estaba con él. Al final no fue así y Alianza Popular acabó como cuarta fuerza política detrás de los comunistas. El caso es que eso mismo parece quieren decir determinados dirigentes de un partido desafortunadamente en alza. Un partido que, a modo nazi o chavista venezolano, cree que la supuesta voz de la calle les da más legitimidad que las urnas.
Y es que la izquierda, radical o no, siempre ha tenido la calle como el recurso más próximo para considerarse legitimidada para todo. Ya desde la infausta Segunda República se hablaba de que cuando la izquierda no esta en el Gobierno, las manifestaciones sorpresivamente aumentan y que toma la calle como bastión de mando del supuesto sentir de la calle. Se equivocan.
La calle, al igual que las encuestas, es muy poco fiable a la hora de valorar un autentico sentir. Lo que vale es aquello que pasa cada cuatro años y que es uno de elementos esenciales de una Democracia: las elecciones. En todo me gustaría saber ¿saben los que fueron a la macromanifestación del Sábado lo que propone el tipo de la coleta y sus secuaces políticos? ¿Saben de su apoyo a regímenes tiránicos como Venezuela o Irán?
Es admisible la preocupación por nuestra sociedad, así como por los casos de corrupción y demás atrocidades cometidas hasta ahora. Lo que no es admisible que haya gente que prefiera votar a determinados personajes de muy dudosa condición, cuyas redes sociales se dedican a amenazar a dirigentes políticos y hablan del comunismo como opción valida de Gobierno.
Y, por cierto, la calle no es de nadie, sino de todos. Todos aquellos que defienden la dignidad de todas las personas independientemente de su ideología. De todos aquellos que no utilizan las miserias de los demás para avanzar en votos. La de todos aquellos que defienden la Democracia.
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