Monstruosidad. Esa fue la palabra que se me vino a la cabeza cuando vi como desde el terrible estado islámico se ejecutaba a 21 cristianos coptos. Como sí estuviéramos viendo una fotografía de otro tiempo, los radicales islamistas les cortaron la cabeza a 21 personas, que murieron por su Fe. Por creer en lo que sus asesinos no creían.
El ser humano es capaz de hacer cosas grandes para bien y para mal y, sin embargo, aún me pregunto cómo es posible que sea capaz de hacer el mal por imponer una forma de pensamiento y cómo puede ser que veamos desde la aparente seguridad de nuestros hogares tal masacre y que desde los países democráticos, con sus virtudes y defectos, no se haga nada por acabar con aquellos que viven de la muerte.
Esto es fruto de la dejación de hace mucho tiempo por parte de los países, que veían muy lejana la amenaza del islamismo radical. Paso el atentado de París y todo el mundo perdió la cabeza. Ya se veía venir. Esto es una guerra global y, como tal, hay que tomársela en serio. La barbarie de ayer como la de tantos días no puede ser consentida por aquellos que aún creemos que puede haber algún resquicio de bondad humana en este mundo, que, para desgracia de las generaciones venideras, nos estamos cargando poco a poco ¿Es qué no es demasiado pequeño el planeta tierra como para que todos podamos vivir respetandonos unos a otros?
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