El 19 de Mayo de 1994 se suicidaba un hombre. En una época en la Miguel Indurain ganaba los Tours de Francia (ese año conseguiría su cuarto Tour consecutivo), aquel hombre, que acababa de suicidarse, había sido un grande del deporte de las dos ruedas. Ese hombre, al que muchos habían olvidado, fue el segundo español en conseguir la competición gala, tras Federico Martín Bahamontes. Ese hombre se llamaba Luis Ocaña.
Ocaña fue uno de los grandes ciclistas de finales de los 60 y principios de los 70, llegando a conseguir, aparte del mencionado Tour, una vuelta España, siendo, además, una vez campeón de España en ciclismo en ruta. Ya retirado se dedicaría a la viticultura en el sur de Francia.
En 1979 volvería literalmente a nacer cuando escapo con vida de un accidente de tráfico. Muchos afirman que a partir de ahí empezaría a torcerse la vida de un hombre al que muchos comenzaron a vincular con sus vinculaciones políticas que con sus éxitos deportivos.
Para colmo se le diagnostico una hepatitis C, que lo sumió en una fuerte depresión, algo que lo llevaría a la desesperación más absoluta. Ese hombre, que ganó aquel Tour del 73, se suicidio en las más absoluta de la soledad. Sin embargo, Ocaña no podía, ni debía ser olvidado.
En Mayo de 2008 recibió a título póstumo la Real Orden del Mérito Deportivo y es que Luis Ocaña ha sido uno de los más grandes deportistas de nuestro país en un momento en el que los españoles no solían estar entre los ganadores.
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