Han pasado 15 años y parece que fue hace muy poco. Recuerdo verlo en televisión con asombro y casi con incredulidad. "Parece el rodaje de una película" decía mi madre; no le faltaba algo de razón. No creíamos que una de las dos torres gemelas estaba ardiendo. Y fue en ese momento cuando otro avión choco contra la otra torre. Sí hasta ese momento habíamos dudado de lo que veían nuestros ojos, ahora nos dábamos cuenta de que todo era muy real; demasiado real. Dos aviones habían chocado contra las torres gemelas.
Ese día la Tierra entera se paró en seco; en ese momento nos dimos cuenta de que la supuesta seguridad de la que hacíamos gala, no era tal seguridad hasta el punto de que nos podíamos encontrar con asesinos en cualquier parte. Pronto supimos que era la organización musulmana Al Qaeda comanda por un ser asquerosamente siniestro como Bin Laden la que había perpetrado tal masacre. Los edificios cayeron, dejando muchisimos muertos, pero algo más cayó y se inició: cayó nuestra falsa sensación de seguridad y se inicio una guerra. No una guerra como las de antes, sino una guerra contra un enemigo que no sólo no temía morir; ese enemigo podía estar en cualquier parte, al acecho, dispuesto a matar por imponer su Religión en todo el mundo.
Han pasado 14 años de esa masacre y aún la batalla continua. Aquel 14 de Septiembre de 2001 se demostró que al igual que el hombre es capaz de grandes cosas, sacando su lado más humanitario en la catástrofe más dura, también es capaz de las mayores atrocidades. Ese día cuando cayeron las dos torres se escuchó aún más sí cabe el sonido de silencio.
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