Se supone que es una de las profesiones donde se va con la verdad por delante sin pensar en las consecuencias. Pero el periodismo, al menos en España, siempre ha jugado con lo que diga su amo, que es el que paga las facturas. Y su amo siempre ha sido el político. Si no fijense en PRISA (o el PSOE que es lo mismo) o ABC. Ustedes se imaginarían a uno de esos periódicos hablando bien de su adversario político porque resulta que esta actuando de forma correcta. Uno cuando ve u oye un debate político ya sabe de que va hablar determinado periodista, aparte de que están más repetidos que un cromo (casi siempre son los mismos), porque su dueño se llame Cebrian o X no permite que se cuestione la línea editorial del mismo. Dentro de esta profesión hace falta una cierta autocrítica y no escudarse en que yo tengo derecho a hablar de lo que me da la gana porque tu hablas lo que te dice tu dueño (o amo que es lo mismo).
Cebrián y Felipe González |
Hablar de libertad queda muy bonito, pero a la hora de la verdad, todos son iguales. Hubo una época, concretamente en las legislaturas zapateriles, que el grado de crispación llego a ser tal, que a veces el periodista parecía más el político que el mismo político.
Lo podemos ver en todas las publicaciones con los casos de corrupción. Si es de mi bando procuro quitarle importancia e incluso desprestigiar al que lo ha publicado. Y si es mi adversario, lo machaco hasta la saciedad, lo aniquilo porque no tiene derecho a hacer lo que a hecho. Y si no, intento que alguna fuente me pase las grabaciones de alguna declaración o de algún sumario secreto (algo muy propio de PRISA, por cierto).
El periodismo se queja de que el poder siempre esta buscando ponerle coto, de decirle hasta donde puede llegar y, en eso, fijense por donde, no hay periodistas de derechas o izquierdas, todos se quejan por igual. Son precisamente ellos, los que ponen un límite a lo que publican o dejan de publicar porque nos les interesa meterse con el jefe que normalmente de una forma y otra esta metido de lleno o suele comer con el político de turno, cuando no es el mismo político lo que le dicen lo que quieren que diga o haga (si lo hacen con políticos habituales en debates, como Antonio Miguel Carmona, ¿Por qué no lo van a hacer con ellos?).
Hay que tener mucha cara para exaltar la libertad cuando ellos son los que coartan la suya propia. Y si se quedan sin trabajo por estar en desacuerdo con algunas actuaciones de su periódico o revista, que se queden sin el. Más vale vivir con dignidad que estar suplicando por un plato de comida, aunque estemos en unos muy difíciles momentos.
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