sábado, 20 de febrero de 2016

"¡Yo soy Espartaco!"

Tengo que reconocer que siento predilección por esta escena. En ella no hace falta nada. Tan sólo una imagen: infinidad de esclavos capturados por el General Craso. Esclavos que se revelaron frente al poder de Roma liderados por uno como ellos que consideró que luchar por la Libertad era algo que merecía la pena. Ese hombre era Espartaco y junto a él, lucharon, ganaron algunas batallas y perdieron la contienda final. 


Es en ese momento, capturados por Roma cuando en un acto de "clemencia", Craso (interpretado magistralmente por Laurence Olivier) les perdonara la vida, aunque seguirán viviendo en la esclavitud, siempre que identifiquen a Espartaco este vivo o muerto. La escena siempre acompañada con una música sutil parece revelarnos que Espartaco, interpretado por el gran Kirk Douglas, va a levantarse y, de hecho lo hace, pero cuando va a identificarse como el líder de todos ellos, uno a uno; todos y cada uno de esos hombres que habían luchado con él, se levantan al grito de "¡Yo soy Espartaco!". 


Un atonito Craso no comprende lo que pasa. Todos y cada uno de esos hombres prefieren morir en el terrible castigo de la crucifixión antes que caer en la ignominia de la traición o dejar que su propio líder se identifique. Todos están levantados; incluido el propio Espartaco, que con los ojos llorosos de la emoción (grandiosa imagen final, mostrándonos a un líder muy humano), comprueba que había pasado de ser un simple hombre, líder de un grupo de esclavos, a convertirse en todo un símbolo. 

"Es tu hijo, Espartaco. Es libre ¡libre!"

Esta escena completa todo una epopeya, dirigida por Stanley Kubrick (aunque Kirk Douglas tuvo mucho que ver), en la que hay un montón de momentos míticos, los cuales forman parte de la historia del cine, aunque ninguno como este, el cual representa todo una lección de cine (música perfecta, actores impresionantes, primeros planos formidables, ...). Un momento en el se que nos recuerda de que hay cosas por las que se merece luchar y es que cuando todos y cada uno de esos esclavos se levantaban no sólo gritaba en favor de un hombre, sino que gritaban en favor de la idea que representaba ese hombre. Aquellos esclavos gritaban por la Libertad. 

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