martes, 23 de febrero de 2016

El negocio del estraperlo

Hasta hace relativamente poco en la gran mayoría de los países europeos estaban prohibidos los juegos de azar, especialmente la ruleta, actividades a las que se consideraba como el mal personificado, dadas las ingentes cantidades de dinero que se movían en torno a tales juegos, aparte de ser considerados como unos "engañabobos". España era uno de esos países en donde el juego era ilegal. 


Sin embargo, algo pareció cambiar en los años 30, ya que se popularizaron numerosos modelos de pseudorruletas, que funcionaban de forma alegre en los grandes casinos de todo el continente. Ciñendonos a España, los empresarios del juego Daniel Strauss (el cual tenía pasaporte mejicano y hablaba español), Perle y Lowann (esta última era esposa del primero), descendientes de judíos holandeses volvieron su mirada hacía un país que hacía algo más de dos años desde que había proclamado una República, habiendo cambiado su Gobierno hasta hace pocos meses, gobernando el Partido Radical de Alejandro Lerroux, el cual era apoyado por la CEDA, partido de derechas, dirigido por José María Gil-Robles, el cual era el que realmente había ganado las elecciones (una historia muy larga). 
Lo cierto es que durante 1934, casinos como el de San Sebastíán comenzaron a llenarse de ruletas y otros juegos de azar gracias al acuerdo con empresarios y políticos del Gobierno. Varios personajes en la órbita del Partido Radical harían valer sus influencias para "conseguir" la autorización, a cambio de un porcentaje en el negocio. Según la versión de Strauss, individuos como el mismísimo Lerroux llegó a llevarse hasta un 25% de las ganancias, así como otros funcionarios o políticos, comprados, claro está. Además, para asegurarse la cooperación del Ministro de la Gobernación, el radical Rafael Salazar Alonso, Joan Pich i Pon (también radical y que según el mencionado Strauss cobraba un 10%) se había comprometido a hacerle llegar un soborno de 100.000 pesetas. 

Alejandro Lerroux al teléfono

Sin embargo, el juego fue prohibido por la policía tras demostrarse que era fraudulento, ya que la rueda se controlaba mediante un botón y, por lo tanto, la banca ganaba siempre que así lo deseara, lo que no impidió que funcionara también en el Hotel Formentor, Mallorca, donde sería clausurado.
La denuncia de Strauss de las comisiones (en la que se encontraban políticos del Partido Radical y familiares de Lerroux) a Niceto Alcalá-Zamora, Presidente de la República, en 1935, sacó a la luz un escandalo de tal calibre que tumbo a un Gobierno muy debil, llevando a unas elecciones que ganaría un Frente de izquierdas. El escandalo se conoció como el del estraperlo derivado del nombre Straperlo, la  marca del juego de ruleta eléctrica, nombre que a su vez se derivo de los acrónimos de los apellidos de los mencionados Strauss, Perel y Lowann, que introdujeron el juego en el país. 
A partir de ahí, esta palabra (Estraperlo) ha sido utilizada en España para referirse a al comercio ilegal de bienes sometidos a algún tipo de impuesto y, por lo tanto, a cualquier tipo de negocio fraudulento de este calibre. Durante el régimen franquista fue muy habitual que, durante la época de las cartillas de racionamiento y ante la escasez de determinados productos, se trajeran productos a España, mediante la estrategia del estraperlo, vendiendo mercancía de manera ilegal a personas necesitadas y saltandose el control de las autoridades de la dictadura (mercado negro). Los que vendían productos de forma ilegal se llamaban estraperlistas y tal actividad estaba penada con multas muy altas para la época y con la requisación del producto.

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