Tras la revolución francesa, el Rey Luis XVI y Maria Antonieta, así como todos los que apoyaban supuestamente la Monarquía habían sido ajusticiados en la guillotina. Todo vestigio borbónico parecía haberse erradicado de Francia, salvo uno. En la cárcel todavía vivía el legitimo heredero de la Corona de Francia, Luis Carlos de Borbon, al que se conoce como Luis XVII, aunque nunca llegó a reinar de forma efectiva.
Mucho se contó sobre Luis. Desde que fue educado en los valores repúblicanos (poco probable) hasta que había sido encarcelado en condiciones infraumanas (bastante probable), muriendo de tuberculosis. Hay una leyenda que sugiere que pudo huir.
Lo cierto es que cuando se le estaba practicando la autopsia, el médico que la estaba haciendo, Philipe-Jean Pelletan, le extirpó el corazón y lo conservó dentro de un frasco en su domicilio. A pesar de las insistencias de Petellan por entregarles el corazón a Luis XVIII y Carlos X, ninguno lo creyó, quedándose como un rumor, que, sin embargo, fue aceptado por el responsable de la basílica de Saint-Denis, que lo puso en una hurna de cristal. No obstante, nadie estaba dispuesto a afirmar que ese fuera realmente el corazón de Luis XVII.
En 2004 se realizaron unas pruebas genéticas por la que finalmente se comprobó que efectivamente ese era el corazón de Luis. Así pudo celebrarse un funeral en honor del pequeño heredero, colocándose la urna en un mausoleo construido para tal cosa. El misterio del corazón había sido resuelto.
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