viernes, 31 de julio de 2015

Los últimos días de Hitler

La guerra estaba perdida. El nazismo se hundía bajo su propia inmundicia y Hitler, su supremo líder, veía como los aliados avanzaban hacía Berlin. Para protegerse de las bombas, tanto el Führer como sus altos mandatarios decidieron el 16 de Enero de 1945 esconderse como las ratas en el bunker de la cancilleria, desde donde supuestamente dirigirían una guerra, que sólo los fanáticos creían que todavía podían ganar. 


El propio Hitler creía en las posibilidades alemanas hasta el punto de que sus propios colaboradores tenían que mentirle sobre la situación real, ya que éste tenía un fuerte carácter, algo que se fue recrudeciendo con el tiempo, sobre todo, tras el fracaso de la invasión de Rusia, acentuandosele los temblores en las manos. Sería en esos momentos, al enterarse del asesinato de Mussolini, que fue colgado junto a su amante para escarnio público, cuando, según cuentan, dicen que expreso su idea de que no sólo no lo cogerían vivo, sino muerto. 

Entrada trasera del Führerbunker, en el jardín de la Cancillería del Reich

Según relatos de los supervivientes, Hitler, tras conocer que las fuerzas armadas que debían liberar a Berlín se habían rendido ante los soviéticos, tras un gran enfado, ordenó llamar a un funcionario judicial para que oficializase su boda con Eva Braun, su amante desde hace muchos años, se suicidó junto a su ya mujer, según parece, tras dispararse en la cabeza. 

Foto de Hitler, tras el suicidio

Al parecer sus restos y los de su esposa fueron sacados al jardín de la Cancillería, prendiendoseles fuego para evitar que los rusos pudiesen capturarlos, cumpliendose aquello de que no lo cogerían muerto. Sin embargo, aún hay gente aficionada a las conspiraciones, que dice que el supuesto Hitler no era más que un doble y que el miserable Führer se refugio en sudamérica como muchos ex-oficiales nazis. 


Lo cierto, es que el testamento político dictador por el propio Hitler le echa la culpa de la derrota a los judíos, así como a supuestos enemigos, que estaban dentro de la oficialidad militar alemana a la que acuso de falta de fidelidad y valentía. Con esto moría como había vivido: como una rata miserable. 


Tras su suicidio,  finalizaria la guerra con las bombas de Hiroshima y Nagasaki, teniendo lugar a posteriori los denominados juicios de Nuremberg, en el que no todos los nazis fueron juzgados como tal (algunos por suicidio y muchos por fugarse), siendo uno de ellos el principal de ellos el que inició uno de los momentos más terribles de la historia del Siglo XX. 

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