miércoles, 29 de julio de 2015

El eterno Melquíades Álvarez

Este gijonés nacido en 1864, vivió como un defensor de la posibilidad de una república democrática y fue asesinado por aquellos que supuestamente decían defender precisamente la república. Melquíades Álvarez es el político olvidado de la historia de España. Álvarez era uno de aquellos grandes hombres, cuya oratoria era del agrado de todos. 

Retrato por Nicanor Piñole
Congreso de los Diputados 

Siendo republicano por convicción, Álvarez era un hombre al que el sistema por el que se regía España no era tan importante como el hecho de que en el país hubiera una auténtica Democracia. En 1917 participó en el movimiento entre republicanos y socialistas, cuya finalidad era convocar Cortes Constituyentes. Melquíades Álvarez iría moderando su discurso hasta aproximarse al Partido Liberal de la Monarquía, lo que le permitió acceder en 1923 a la presidencia del Congreso de los Diputados. Precisamente ese año, Miguel Primo de Rivera, Capitán General de Cataluña, hizo un golpe de Estado por el que destruía una Democracia española que no era tal, aunque dejando en su puesto de Rey a Alfonso XIII. Muchas veces trató de convencer al Rey para que retornara al parlamentarismo liberal, pero los éxitos de Primo de Rivera en la guerra en Marruecos, así como el que era un hombre muy querido dentro del mundo militar y de la sociedad hicieron que la dictadura siguiese adelante. 


Tras el advenimiento de la Segunda República, don Melquíades, miembro del minoritario Partido Republicano Liberal Demócrata (una amalgama de conservadores,  republicanos y liberales), abrazó con gran alegría la llegada de un sistema que esperaba acabara con los males que acuciaban a una España cada vez más anticuada. Desgraciadamente, a pesar de lo que se decía desde el Gobierno, el hecho de que se cerraran varios medios de comunicación, se quemaran Iglesias y conventos y el que los partidos tanto de la derecha como de la izquierda hubieran sucumbido frente a los totalitarismos, hizo ver a Álvarez que España iba hacía la desgracia bien con un golpe de la izquierda (como casi ocurre en 1934) o con un golpe militar, algo que ocurrió en 1936, aunque su fracaso degeneró en una guerra civil, que duró tres años. 
Muy destacada fue la labor de don Melquíades en su defensa de una Constitución verdaderamente democrática. Así intervino en el debate de la Constitución de 1931 para defender que la Carta Magna republicana a diferencia de la Constitución de 1876 no fuera "el reflejo de un partido político, que siempre sería mezquino y deleznable, sino, sencillamente, el reflejo de un criterio más amplio, mirando al porvenir y a la evolución total de la vida" recordando que ese tipo de Constituciones (como la mencionada de 1876) "han disfrutado de una vida precaria porque no reflejaban el criterio de la vida nacional, sino el criterio del partido vencedor". Don Melquíades llamó la atención sobre la necesidad de prevenirse contra las "dictaduras como el bolchevismo y el fascismo que tienen una ideología particular muy semejante, porque absorben la nación al Estado, al Estado lo identifican con el Gobierno y el Gobierno lo vinculan en el poder político personal". Sobre el "problema, que se llama indebidamente religioso" advirtió que éste se veía influido "por dos fanatismos igualmente execrables, que habían condicionado toda la política española: el fanatismo de la derecha y el fanatismo de la izquierda; el fanatismo rojo y el fanatismo negro". Álvarez no se mostraba partidario de la separación de la Iglesia y el Estado, sino del regalismo, porque "creo que el Estado debe intervenir y procurar llevar la dirección de la vida social". Igualmente se mostró partidario del Senado como representación de los "elementos corporativos" y contrario al reconocimiento del "principio de la socialización de la propiedad". En cuanto al consabido problema territorial, que tantos quebraderos de cabeza ha dado a España, se refirió al problema autonómico en el que echó en falta "una afirmación categórica, expresiva, que no dejara lugar a dudas, sobre la unidad de la nación española... cuya existencia está acusada vigorosamente por su lengua, por su tradición, por su raza, por la magnificencia de su espíritu, de cuya grandeza ha quedado una estela luminosa en la historia". Desgraciadamente las palabras de don Melquíades, así como la del pensador Ortega y Gasset, muy crítico con la deriva de la II República, cayeron en saco roto. 


A esas alturas, don Melquíades Álvarez era odiado tanto por la derecha, por defender sus ideas republicanas, como por la izquierda, que lo consideraba un traidor vendido a los fascistas (mejor no hablemos de lo que pensaban los nacionalistas). Y es que él había pasado de una postura izquierdista a una forma de ser más moderada, cercana al centro. Don Melquíades estaba en medio de una España en confrontación por culpa de las ideologías, que odiaban la Democracia y a España. 
En Agosto de 1936, un mes después del comienzo de la confrontación civil, don Melquíades Álvarez fue recluido, al igual que otros dirigentes políticos conservadores, en la Cárcel Modelo de Madrid y posteriormente asesinado por milicianos. El asesinato de Álvarez dejo una honda impresión en muchos, encontrandose entre ellos Manuel Azaña, ya que Alvarez había sido su mentor político. 


Don Melquíades Álvarez, defensor de la moderación en la política, es uno de aquellos hombres de los que hacen falta en muchos ámbitos de la vida social; don Melquíades Álvarez defendió la Democracia en una época donde habían muy pocos demócratas.

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