domingo, 21 de octubre de 2018

Persecusión religiosa en España (II República y guerra civil)

Antes de nada, conviene aclarar que más allá de creencias personales o profundas (y la Religión lo es) es más que evidente que en España hubo una persecusión contra el Cristianismo durante la II República Española y la guerra civil. Lo dicen los muertos tanto religiosos como simples creyentes, violaciones de monjas y los conventos y Templos quemados durante ese tiempo, así como el expolio y destrucción de obras de arte.


Todo radica en una idea no muy alejada de la realidad (pero también parcial) de que la Iglesia como institución siempre ha estado con los poderosos, vinculandose concretamente en España con la Monarquía. Es por eso que el republicanismo de izquierdas (en el que también contamos al comunismo y anarquismo) siempre ha destacado por su fuerte oposición a la curia, pero lo peor es cuando trasciendes tu posición contraria a la Iglesia (OjO: Iglesia como institución) o la búsqueda legitima de un Estado laico para radicalizarte, cometiendo las barbaridades que se cometieron ya incluso antes de la guerra civil no sólo contra la vida o integridad de las personas (lo cual ya de por si es deleznable), sino contra el patrimonio artístico, cuyo valor es incalculable.


Para la Constución de 1931 habían dos posturas claramente diferenciadas en la cuestión religiosa:
  • La minoritaria, liderada por los partidos de derechas republicanos (de Niceto Alcala-Zamora y Miguel Maura), que defendían un laicismo moderado que propugnaba la secularización del Estado mediante un logico proceso gradual de separación de la Iglesia y el Estado, sabiendo que la sociedad española, en su mayoria, era Católica. Por supuesto, no se oponían a los colegios católicos, defendiendo la libertad de enseñanza.
  • La mayoritaria, liderada por partidos de izquierda y comunistas, que propugnaba un laicismo radical, abogando por la secularización del Estado, justificándolo por el "daño que había causado el clericalismo en la historia de España, impidiendo el progreso y la modernización del país". Esto se conseguiria con la supresión del presupuesto de culto y clero, leyes como la del divorcio y matrimonios civiles, la secularización de los cementerios y la disolución de las órdenes religiosas (teniendose muy en mente a los jesuitas), así como la nacionalización de sus bienes, sustituyendo los colegios religiosos por una escuela laica. 
La Iglesia no era partidaria de ninguna de las dos vertientes, incluso la propuesta por la Comisión Jurídica Asesora nombrada por el Gobierno Provisional, presidida por el jurista católico y liberal Angel Ossorio y Gallardo, el cual redactó un anteproyecto de Constitución en el que su solución a este peliagudo asunto en el respondía a los principios del laicismo liberal que había funcionado en Europa: se establecía la separación entre Iglesia y Estado pero se reconocía un estatus especial a la Iglesia Católica al considerarla “Corporación de Derecho Público” y también la Libertad de Conciencia con la única limitación del "respeto debido a las exigencias de la moral pública", y la Libertad de Cultos, tanto privada como pública. Esto se rechazó de pleno por parte de los partidos de izquierda. Por supuesto la derecha no republicana (la cual era esencialmente Monarquica y Católica) era contraria a toda secularización. Las palabras de Azaña levantaron ampollas:
"La premisa de este problema [religioso], hoy político, la formulo yo de esta manera: España ha dejado de ser católica: el problema político consiguiente es organizar el Estado en forma tal que quede adecuado a esta fase nueva e histórica del pueblo español. (...) En este asunto, Sres. Diputados, hay un drama muy grande, apasionante, insoluble. Nosotros tenemos, de una parte, la obligación de respetar la libertad de conciencia, naturalmente sin exceptuar la conciencia cristiana; pero tenemos también, de otra parte, el deber de poner a salvo la República y el Estado"
Alcala-Zamora, católico practicante (o eso decía él) al aprobarse que España fuera un Estado laico (tal y como la izquierda quería) dimitió como Jefe del Gobierno provisional, pero finalmente aceptó la propuesta de Azaña (ya Jefe de Gobierno y Ministro de la Guerra) para que lo eligieran Presidente de la República (como ven Alcala-Zamora era un hombre de "fuertes convicciones"). Azaña tenía miedo de que Alcalá-Zamora emprendiera una campaña de desprestigio contra la República, por lo que tanto socialistas como azañistas le "compraron" ofreciendole la presidencia de la República.

Alcala-Zamora

Muchos curas protestaron y Pedro Segura, entonces Cardenal Primado en España, llegó a decir "que la ira de Dios caiga sobre España si la República persevera", por lo que fue literalmente desterrado a Roma. Al día siguiente se celebró en la plaza de toros de Pamplona en Navarra un gran mitin católico para protestar contra la expulsión del Cardenal.

El Cardenal Segura desterrado

En 1931 comenzaron las quemas de conventos, así como el latrocinio o destrucción de algunas obras de arte contenidas en los mismos, teniendo su punto culminante los dias 10 y 11 de Mayo, ardiendo la la Casa Profesa de los jesuitas. Ese fue el inicio y más allá de versiones y palabras supuestamente dichas por responsables políticos, lo cierto es que se acusó a Miguel Maura, Ministro de la Gobernación del Gobierno provisional y supuestamente católico, de no hacer nada ante las hordas que asaltaron la casa de los jesuitas.


La quema de conventos no sólo llegó a Madrid, sino a Málaga, Sevilla, Granada, Valencia y Murcia (entre otras muchas), generandose un clima cada vez más tenso entre la II República y la Iglesia. Los grupos de izquierda radical vieron su oportunidad y el nuevo Estado fue incapaz de mantener el orden público (en muchos casos por incompetencia, en otros por dejadez y en algunos casos se sospecha que tampoco les importaba mucho), algo que fue un problema habitual hasta el intento de golpe de Estado del 36, que provocó la guerra civil.

Azaña en un mitín

Otro caso se vivió durante lo que la izquierda tachó de huelga general, pero no era más que un burdo intento de golpear a una República en la que gobernaba Lerroux con el apoyo de la CEDA, destruyendola definitivamente porque precisamente no gobernaban ellos (de hecho, la CEDA fue el ganador de las elecciones del 33, pero no gobernó gracias a las amenazas de los partidos de izquierda, las cuales surtieron efecto en ese hombre de convicciones tan "profundas" llamado Niceto Alcala-Zamora que propusó a Lerroux como candidato a la jefatura de Gobierno, ya que aparte de eso, no confiaba en la CEDA). La CEDA, grupo salido de la unión de varios partidos de derechas, abarcó el pensamiento católico durante la II República. Según el historiador Santos Juliá:
"El nuevo partido católico inició su actividad buscando una confrontación directa con el gobierno en los dos puntos que podían servir para atraer mayor afiliación: los republicanos eran calificados de fríos perseguidores de la Iglesia, y, en consecuencia, enemigos de la Patria, y a los socialistas se les presentaba como enemigos de la propiedad, de la familia y el orden. Fue así como Acción Popular, y desde su congreso fundacional de febrero y marzo de 1933, la CEDA, lograron una audiencia de masas vinculando la defensa de la religión católica a la lucha por la propiedad como fundamento del orden social"
Ese golpe de Estado encubierto fracasó en toda España salvo en Asturias donde hubieron determinadas atrocidades contra curas (se dice que 40 Sacerdotes fueron asesinados por los revolucionarios) y religiosas, amparandose en que la Iglesia era pro-capitalista. .

Gil-Robles, lider de la CEDA

Si la II República alcanzó niveles de persecusión terribles, durante la guerra civil en la zona republicana se alcanzaron cotas inasumibles, puesto que no es que afectara al clero, religiosos o seminaristas, afectó a católicos; simples ciudadanos que creían en Dios. Después estaban las mentiras que algunos se creyeron o quisieron creer. Un ejemplo: el diario de la CNT Solidaridad Obrera justificó la matanza de los Hermanos de San de Dios del Hospital de San Pablo de la ciudad de Barcelona con la estupida y no probada afirmación de que éstos habían administrado intencionadamente inyecciones letales a los enfermos o heridos. 

Altar mayor de una iglesia de Toledo tras ser profanado en 1936

Precisamente, en un artículo de opinión en Solidaridad Obrera, del 15 de Agosto de 1936, se comentaba los planes por moderar la revolución en determinados aspectos, salvo en el conflicto con la Iglesia:
"Los templos no servirán más para favorecer alcahueterías inmundas. Las antorchas del pueblo las han pulverizado (...) Las órdenes religiosas han de ser disueltas. Los Obispos y Cardenales han de ser fusilados. Y los bienes eclesiásticos han de ser expropiados"
Dicha violencia no sólo fue en contra de los derechos fundamentales de miles de personas, muchas de las cuales fueron asesinadas, tras sufrir torturas, sino que también se ejerció contra los bienes y objetos considerados símbolos de la religiosidad, dañando o destruyendo buena parte del patrimonio arquitectónico, artístico y documental que va más allá de las creencias de cada uno; era Arte y fue destruido. También la persecusión fue especialmente dura gracias a los grupos anarquistas a los que el Gobierno les dio armas y al descontrol de zonas como Madrid y Cataluña (Barcelona en partícular) en los inicios del conflicto. La Iglesia a niveles generales apoyó a los sublevados.
Manuel de Irujo, representante del PNV, católico practicante y miembro del Gobierno con Largo Caballero y después con Negrín, hizo un memorandum sobre la persecusión religiosa durante la guerra civil:
"La situación de hecho de la Iglesia, a partir de Julio pasado, en todo el territorio leal, excepto el vasco, es la siguiente:
a) Todos los altares, imágenes y objetos de culto, salvo muy contadas excepciones, han sido destruidos, los más con vilipendio.
b) Todas las iglesias se han cerrado al culto, el cual ha quedado total y absolutamente suspendido.
c) Una gran parte de los templos, en Cataluña con carácter de normalidad, se incendiaron.
d) Los parques y organismos oficiales recibieron campanas, cálices, custodias, candelabros y otros objetos de culto, los han fundido y aun han aprovechado para la guerra o para fines industriales sus materiales.
e) En las iglesias han sido instalados depósitos de todas clases, mercados, garajes, cuadras, cuarteles, refugios y otros modos de ocupación diversos, llevando a cabo -los organismos oficiales los han ocupado en su edificación obras de carácter permanente.
f) Todos los conventos han sido desalojados y suspendida la vida religiosa en los mismos. Sus edificios, objetos de culto y bienes de todas clases fueron incendiados, saqueados, ocupados y derruidos.
g) Sacerdotes y religiosos han sido detenidos, sometidos a prisión y fusilados sin formación de causa por miles, hechos que, si bien amenguados, continúan aún, no tan sólo en la población rural, donde se les ha dado caza y muerte de modo salvaje, sino en las poblaciones. Madrid y Barcelona y las restantes grandes ciudades suman por cientos los presos en sus cárceles sin otra causa conocida que su carácter de sacerdote o religioso.
h) Se ha llegado a la prohibición absoluta de retención privada de imágenes y objetos de culto. La policía que practica registros domiciliarios, buceando en el interior de las habitaciones, de vida íntima personal o familiar, destruye con escarnio y violencia imágenes, estampas, libros religiosos y cuanto con el culto se relaciona o lo recuerda."
Muy pronto desde el bando nacional, siendo ya Franco el lider supremo de la rebelión, se le dio un carácter de cruzada a la guerra y no fueron pocas referencias a la recuperación de la "verdadera España usurpada por el ímpio terror rojo" o incluso a la reconquista, utilizando de forma torticera figuras como el Cid o los Reyes Católicos, algo que se hizo también durante toda la dictadura.
Según un discurso radiado de Agosto de 1936 del general Mola: 
"Se nos pregunta del otro lado que a dónde vamos. Es fácil, y ya lo hemos repetido muchas veces. A imponer el orden, a dar pan y trabajo a todos los españoles y a hacer justicia por igual, y luego, sobre las ruinas que el frente popular deje (sangre, fuego y lágrimas) edificar un Estado grande, fuerte y poderoso que ha de tener por galardón y remate allá en la altura una cruz de amplios brazos, señal de protección para todos. Cruz sacada de los escombros de la España que fue, pues es la cruz, símbolo de nuestra religión y nuestra fe, lo único que ha quedado a salvo entre tanta barbarie que intenta teñir para siempre las aguas de nuestros ríos con el carmín glorioso y valiente de la sangre española
Con el fin de la guerra civil, nacía lo que se dio en llamar nacionalcatolicismo, pasandose de una República laicista radical a una dictadura franquista donde la Iglesia lo abarcaba todo.


La persecusión religiosa durante la guerra civil también tuvo lugar por parte del bando sublevado contra la curia vasca, así como religiosos de la zona que no se sumaron a sus pretensiones. Un caso fue el de Durango, donde el 31 de Marzo de 1937, resultaron muertos 14 monjas y dos sacerdotes, entre ellos el padre Morilla, el cual falleció mientras oficiaba una misa.
En España se ha pretendido tapar un poco, pero lo cierto es que la republica sufrió un descredito a nivel internacional tremendo dada la terrible violencia ejecida contra los Cristianos.  El embajador de Francia, Erik Labonne, el cual era favorable a la causa republicana, pero por encima de todo estaba su Fe protestante (Cristiano al fin y al cabo), envió un informe a su Ministro de Asuntos Exteriores donde se atestigua el descrédito republicano por culpa de la violencia contra los creyentes. Lo curioso es que el odio es únicamente hacía el Catolicismo:
"¡Qué espectáculo!... desde hace cerca de dos años y después de afrentosas masacres en masa de miembros del clero, las iglesias siguen devastadas, vacías, abiertas a todos los vientos. Ningún cuidado, ningún culto. Nadie se atreve a aproximarse a ellas. En medio de calles bulliciosas o de parajes desiertos, los edificios religiosos parecen lugares pestíferos. Temor, desprecio o indiferencia, las miradas se desvían. Las casas de Cristo y sus heridas permanecen como símbolos permanentes de la venganza y del odio. En las calles, ningún hábito religioso, ningún servidor de la Iglesia, ni secular ni regular. Todos los conventos han sufrido la misma suerte. Monjes, hermanas, frailes, todos han desaparecido. Muchos murieron de muerte violenta. Muchos pudieron pasar a Francia gracias a los meritorios esfuerzos de nuestros cónsules, puerto de gracia y aspiración de refugio para tantos españoles desde los primeros días de la tormenta. Por decreto de los hombres, la religión ha dejado de existir. Toda vida religiosa se ha extinguido bajo la capa de la opresión del silencio. A todo lo largo de las declaraciones gubernamentales, ni una palabra; en la prensa, ni una línea. Sin embargo, la España republicana se dice democrática. Sus aspiraciones, sus preocupaciones políticas esenciales, la empujan hacia las naciones democráticas de Occidente. Su Gobierno desea sinceramente, así lo proclama, ganar la audiencia del mundo, hacer evolucionar a España según sus principios y siguiendo sus vías. Como ellas, se declara partidario de la libertad de pensamiento, de la libertad de conciencia, de la libertad de expresión. Hace mucho tiempo ha aceptado el ejercicio del culto protestante y del culto israelita. Pero permanece mudo hacia el catolicismo y no lo tolera en absoluto. Para él el catolicismo no merece ni la libre conciencia, ni el libre ejercicio del culto. El contraste es tan flagrante que despierta dudas sobre su sinceridad, que arrastra el descrédito sobre todas sus restantes declaraciones y hasta sobre sus verdaderos sentimientos. Sus enemigos parecen tener derecho a acusarle de duplicidad o de impotencia. Como su interés, como infinitas ventajas le llevarían con toda evidencia a volverse hacia la Iglesia, se le acusa sobre todo de impotencia. A pesar de sus denegaciones, a pesar de todas las pruebas aducidas de su independencia y de su autonomía, se le cree ligado a las fuerzas extremistas, a los ateísmos militantes, a las ideologías extranjeras. Si fuera verdaderamente libre, se dice, si su inspiración e influencias procedieran efectivamente de Inglaterra o de Francia, ¿cómo ese Gobierno no ha atemperado el rigor de sus exclusivismos, olvidando su venganza, y reniega de su ideología?"
Una vez leí (no me pregunten la fuente) que la persecusión contra los Cristianos entre la II República Española y la guerra civil había sido tan bestia o más que la llevada a cabo por los romanos contra los primeros Cristianos. No sé si es verdad, pero lo cierto es que fue terrible y aún hay gente que le quita importancia (¡craso error!) y hasta les molesta que desde la Santa Sede se hable de mártires y hasta se canonice a religiosos que, según el Vaticano, dieron su vida en favor de su Fe.

Milicianos con ropas y objetos litúrgicos en Madrid

No se sabe con exactitud la cantidad de muertes producidas por el odio contra la religión. Un detallado estudio publicado en 1961 por el Sacerdote y periodista Antonio Montero Moreno detalló que hubo 6832 víctimas religiosas asesinadas en el territorio republicano, de las que 13 eran obispos, 4184 sacerdotes, 2365 religiosos y 283 religiosas. Por supuesto, no cuentan las atrocidades cometidas durante la II República, ni las ejecuciones del bando sublevado contra los religiosos vascos.


Más allá de toda disquisición, lo cierto es que gran parte del desprestigio que tuvo la II República fue debido a una cuestión religiosa que no quiso abordar sin que hubiera enfrentamientos entre creyentes y no creyentes. Nadie en su momento endendio tal intransigencia con las creencias religiosas y la misma Iglesia, incluso en países de corte laíco (pero moderado). El gran error de la República fue no hacer caso de los moderados (que los había tanto en la derecha como la izquierda. Pocos, pero los había), sino abandonarse a los que las turbas decidieran, sin buscar que los creyentes, que eran muchos, se sintieran participes del nuevo Estado.

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