Tres años habían pasado de la finalización de la Segunda Guerra Mundial y la división entre las potencias aliadas era evidente. La división entre el capitalismo y el comunismo se hacía cada vez más patente y eso lo sufrirían los alemanes.
Un país como Alemania, destruido por los nazis, había sido confiado su administración a los aliados (vencedores de la guerra), quedando su capital, Berlín, dividida en cuatro zonas dirigido por las cuatro potencias victoriosas: La Unión Soviética, Los Estados Unidos, Francia y Gran Bretaña. Tras la mencionada escalada de tensión entre las potencias comunistas y capitalistas, la URSS decidió bloquear por tierra las zonas aliadas de Berlín, aprovechándose la ubicación de la ciudad en el territorio germano, el cual se hallaba bajo su control.
La reacción de los aliados (especialmente los Estados Unidos) fue inmediata y se organizó un enorme puente aéreo entre los tres aeropuertos de Berlín y los trece de la zona alemana bajo control occidental. En más de 300 días se transportaron por esa vía aérea aproximadamente dos millones de toneladas de mercancías para garantizar los suministros a la población.
Dicho bloqueo se mantuvo hasta 1949, pero lo terrible no acabó ahí y fomentó la división de Alemania en dos, creándose ese mismo año la denominada República Democrática Alemana (RDA, controlada por los comunistas, por lo que lo de democrática es risible como poco) y la República Federal Alemana (RFA). Ya en los 60, los comunistas construyeron un muro en Berlín para evitar que su población traspasara la frontera ante la falta no ya sólo de libertades, sino de productos básicos.
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