miércoles, 3 de mayo de 2017

La valiente Manuela Malasaña

En el cuarto piso del número 18 de la calle de San Andrés, del conocido en aquellos momentos como barrio de Maravillas en el centro de la ciudad de Madrid, vivía la familia Malesange. El cabeza de familia era un honrado panadero frances, nacido en el barrio de Vallecas, que casó con la bordadora Marcela Oñoro. Ya en aquella época, en el propio barrio, amigos y conocidos españolizaron el propio nombre de Malesange a Malasaña. A pesar de sus origenes galos, el panadero se sentía muy español y así lo transmitió siempre, en especial a su hija, la joven Manuela.


Cuando el pueblo español (y más concretamente madrileño) se rebeló contra los invasores franceses en lo que sería el 2 de Mayo de 1808, los Malasaña al parecer formaron parte activa del mismo. Ahí fue donde entra la leyenda de Manuela Malasaña, la cual en función de las diferentes versiones se dice que ella (al igual que su padre) formaron parte de la defensa del Parque de Artillería de Monteleón, situado en la posteriormente bautizada como Plaza del Dos de Mayo, liderada por los dos gloriosos oficiales Luis Daoíz y Pedro Velarde, mientras que hay historias que dicen que se defendió de dos soldados franceses que intentaron violarla y en otras que formó parte activa en las calles de Madrid en la lucha contra los galos, llegando a ser detenida y ejecutada.


Lo cierto es que Manuela Malasaña (reconocida por su simpatía) fue enterrada en el Hospital de la Buena Dicha (actual Iglesia de la Buena Dicha), que acogía a gente pobre, quedando en el imaginario colectivo como una de aquellas heroínas anonimas que se alzó frente a los invasores en aquel día de furia. 


En su honor, la villa de Madrid, donde aquel dos de Mayo comenzó la lucha contra los galos, le dedicó una calle con su nombre en su antiguo barrio de Maravillas, el cual se cruza con la calle de San Andrés, cerca de donde vivía la joven. La valiente Manuela Malasaña.

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