Una de las frases más reconocidas atribuidas a Albert Einstein es aquella que dice que "Hay dos cosas infinitas: el Universo y la estupidez humana". Pues en España tendemos a ello gracias al cinismo existente. En este país se puede decir una cosa y al cabo del tiempo la contraria sin que nadie pida perdón o reconozca su equivocación. Lamentable es cuando lo hace una persona cualquiera, pero es trágico cuando lo hace un periodista, el cual en muchos casos cree que lo que dice es mejor que lo que diga otro. Pasa en los medios generalistas (a los cuales crítico por su falta de imparcialidad) y ocurre en esos medios deportivos llenos de hinchas de los cuales me voy a ocupar.
Infinidad de veces hemos oído que Zidane no valía para entrenar al Real Madrid, que no sabe de táctica, que es un mero alineador (como diría un tal Brotons), que entrenar al equipo blanco es fácil (¡¿?!), que no le gusta entrenar y una gran cantidad de despropósitos vertidos por individuos que en la mayoría de los casos tras la victoria liguera están en una cueva a más de mil metros de profundidad o se desdicen sin reconocer su equivocación. Los Roberto Gómez de turno podríamos llamarlos,
Después están aquellos quienes desde sus editoriales o columnas de opinión deseaban con ansias la derrota del equipo blanco merced a su odio patológico a Florentino Pérez, pero después regalan bufandas y camisas para celebrar la consecución de la ansiada Liga. Efectivamente; Alfredo Relaño, ese cuyo periódico le da toda una portada a los ultras del Atlético de Madrid, no tiene remedio.
Basta con ver a los periódicos madrileños (que no madridistas) y a los catalanes, unidos a varios opinadores profesionales (que no periodistas) para comprobar el odio existente hacía el Real Madrid. Por eso no hay nada mejor que hacer lo que Zidane cuando alguno de estos mequetrefes le pregunta una de esas cuestiones con segundas: responder con una sonrisa.
Contra todos y a pesar de todos (periodistas y opinadores), Zinedine Zidane ha conseguido Liga y Copa de Europa, demostrando independientemente de los éxitos que no es un "alineador", sino un gran gestor de plantillas (lo cual es una parte importantísima de la estrategia), jugando bien y sabiendo sufrir y resistir en el campo cuando ha hecho. Esa cosa absurda de la "flor" no es más que el último rasgo patético de aquellos que no quieren darle un solo mérito a un grande que lo fue en el césped y lo es en el banquillo.
Infinidad de veces hemos oído que Zidane no valía para entrenar al Real Madrid, que no sabe de táctica, que es un mero alineador (como diría un tal Brotons), que entrenar al equipo blanco es fácil (¡¿?!), que no le gusta entrenar y una gran cantidad de despropósitos vertidos por individuos que en la mayoría de los casos tras la victoria liguera están en una cueva a más de mil metros de profundidad o se desdicen sin reconocer su equivocación. Los Roberto Gómez de turno podríamos llamarlos,
Después están aquellos quienes desde sus editoriales o columnas de opinión deseaban con ansias la derrota del equipo blanco merced a su odio patológico a Florentino Pérez, pero después regalan bufandas y camisas para celebrar la consecución de la ansiada Liga. Efectivamente; Alfredo Relaño, ese cuyo periódico le da toda una portada a los ultras del Atlético de Madrid, no tiene remedio.
Basta con ver a los periódicos madrileños (que no madridistas) y a los catalanes, unidos a varios opinadores profesionales (que no periodistas) para comprobar el odio existente hacía el Real Madrid. Por eso no hay nada mejor que hacer lo que Zidane cuando alguno de estos mequetrefes le pregunta una de esas cuestiones con segundas: responder con una sonrisa.
Contra todos y a pesar de todos (periodistas y opinadores), Zinedine Zidane ha conseguido Liga y Copa de Europa, demostrando independientemente de los éxitos que no es un "alineador", sino un gran gestor de plantillas (lo cual es una parte importantísima de la estrategia), jugando bien y sabiendo sufrir y resistir en el campo cuando ha hecho. Esa cosa absurda de la "flor" no es más que el último rasgo patético de aquellos que no quieren darle un solo mérito a un grande que lo fue en el césped y lo es en el banquillo.
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