Es curioso, pero de todos y cada uno de los campos de fútbol donde el Real Madrid ha entonado el alirón, el primero se consiguió en Barcelona en la temporada 1931/32. Para ello se habían convertido en la mejor defensa del mundo con un trío para la historia (Zamora-Ciriaco-Quincoces), un interior de lo mejor de la escuela vasca (Luis Regueiro) y un delantero con mucha hambre (Olivares). La cuestión es que durante todo el año habían competido con el Athletic de Bilbao (que tenía probablemente el mejor equipo de su historia) y a la jornada contra el Barcelona (la última de la Liga) habían llegado sin haber perdido ningún partido. Tocaba lo más difícil. Ganar su primera Liga.
En el antiguo campo de Les Corts, los azulgranas intentaron por todos los medios ganar a los blancos y, de hecho, se adelantaron el marcador con un remate de Samitier. Pronto el Madrid (que por la Segunda República Española había perdido el título de Real) comenzó a tocar, encerrando a los locales, que vieron como el poderoso extremo Lazcano les metía un gol antes del descanso.
Nada pareció cambiar y cuando corría el 70 una internada de Luis Regueiro acabó en gol, dándole la vuelta al marcador. Incluso una derrota ya beneficiaria a los blancos puesto que se sabía que los bilbaínos perdían 2-0 contra el Racing de Santander. Así, un último empuje de los azulgranas acabó en gol de Ángel Arocha, uno de sus mejores delanteros, en el mínuto 87. El resultado final: 2-2 y campeones de Liga por primera vez.
El equipo madridista había alcanzado la gloria con ninguna derrota (balance: 10 victorias y 8 empates) siendo los menos goleados con 15 goles, un record nunca igualado en la historia del campeonato. Una relación con la Liga que empezaba muy bien. Y todo comenzó en Barcelona.
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