El gran Beethoven ya era un compositor de prestigio cuando Napoleón entró en el escenario mundial. Hacía algunos años que había tenido lugar la revolución francesa, que había derrocado la Monarquía encarnada en los Borbones. Aunque Napoleón significó el fin de la revolución como tal, también es cierto es que es hijo de la misma y los ideales de dicha revolución (al menos de momento) estaban encarnados en él. Beethoven era un acérrimo admirador de Napoleón. Era un héroe para él. Lo admiraba hasta el punto de componer una sinfonía para Bonaparte: Sería su 3ª Sinfonia, la cual todos conocimos como Sinfonía Heroica.
Sin embargo, cuando Napoleón se autocoronó Emperador en Mayo de 1804, Beethoven se disgustó tanto que borró el nombre de Bonaparte de la página del título con tal fuerza que rompió su lápiz
y dejó un agujero rasgado en el papel. Supuestamente llegó a decir: "¡Ahora
solo... va a obedecer a su ambición, elevarse más alto que los demás,
convertirse en un tirano!". Lo que es seguro es que Beethoven odiaba a los tiranos, considerando a Napoleón como un traidor a las ideas emanadas de la Revolución francesa (Igualdad, Legalidad, Fraternidad) al autoproclamarse más que todos.
Tiempo después, cuando la obra se
publicó en 1806, Beethoven le dio el título de "Sinfonia eroica, composta per festeggiare il sovvenire d'un grand'uomo" ("Sinfonía heroica, compuesta para festejar el recuerdo de un gran hombre"). De esta forma estaba dedicada a un gran hombre, que no era otra cosa que un ideal, un héroe no existente; un auténtico espíritu del heroísmo
mismo. Algo por lo que en algún momento, Ludwig van Beethoven había admirado a aquel Bonaparte y aún tenía presente en su memoria la figura de ese hombre, hijo de la Revolución Francesa, que en algún momento fue
digna.
No hay comentarios:
Publicar un comentario