jueves, 19 de mayo de 2016

El Obispo de los pobres

Ya antes de su nombramiento como Obispo de la Diócesis Nivariense, don Domingo Pérez Cáceres era muy querido no sólo en su tierra guimarera, sino por toda la sociedad tinerfeña. 


Independientemente de los cargos que ocupó desde su Guimar natal, pasando por la Matanza y siguiendo por San Cristóbal de la Laguna, Pérez Cáceres mejoró el Cabildo Catedralicio, destacando por impulsar la construcción de la Basílica de Candelaria, aparte de ser considerado por todos aquellos que tuvieron la suerte de tratarle como un hombre humilde, generoso y bondadoso, destacando también por sus donaciones a la gente pobre de Canarias, lo que le valdría el apelativo de Obispo de los pobres. Don Domingo fue nombrado hijo predilecto de Güímar y de la provincia de Santa Cruz de Tenerife, aparte de que también lo sería nombrado por los municipios de la Diócesis.
Es por eso que a nadie le extrañó que un 21 de Septiembre de 1947 se le nombrará Obispo de la Diócesis de la provincia de Santa Cruz de Tenerife, siendo hasta la fecha el único tinerfeño en regir su propia Diócesis natal. 
Desde su puesto se concluyó la Basílica de Candelaria y aún ocupando cargo tan grande, siguió destacando por el trato cordial del que todos quedaban fascinados, siempre enfrascado en ayudar a la gente pobre de su Diócesis. Sobre esto existe una leyenda que nos dice que hasta por dos veces el Auntamiento de San Cristóbal de la Laguna le cedió un coche en honor a sus positivas contribuciones. Don Domingo vendió los coches y el dinero que ganó lo entregó a los pobres. Sabiendolo el consistorio, le regaló un tercer coche, el cual llevaba otro nombre, evitando así la venta. 

Basílica de Candelaria 

Por otra parte, Pérez Cáceres movió todos los hilos habidos y por haber para que los carnavales volvieran a la isla. Sabiendo las reticencias de la dictadura franquista a tal fiesta, hizo que fueran llamadas Fiestas de Invierno, dando a entender que si bien inspiradas en los carnavales, no eran exactamente lo mismo, ya que el nombre era diferente. Como todo el mundo sabe, estas fiestas de invierno era el mismo perro con distinto collar.
Ya a mediados de los 50 la salud del Obispo comenzó a resentirse. Don Domingo falleció el 1 de Agosto de 1961. Dos días después, salía su ataúd del palacio episcopal a hombros de de gente del pueblo; gente humilde que tanto lo había apreciado. Miles de personas, procedentes de toda la isla, desfilaron por la capilla ardiente de la catedral. Las muestras de condolencias llegaron no sólo de Tenerife y del resto de Canarias, sino de otras partes de España. 
Las emisoras de radio de las islas emitieron programas especiales sobre el obispo hasta que se efectuaron las honras fúnebres. Después de que sus restos fueran trasladados a su Güimar natal, donde se le rezó, se les dio sepultura en la Basílica de Candelaria.


En verdad se había ido un hombre bueno. Un hombre extraordinario, el cual hizo cosas impresionantes por los más humildes; un hombre al que, tras su muerte, se le hizo un busto con una placa, que aún se conserva en la plaza Fray Albino en San Cristóbal de la Laguna conocida popularmente como la plaza de la catedral. En la placa puede leerse: "La Laguna al Obispo Pérez Cáceres". Efectivamente, don Domingo dejó una huella indeleble en la sociedad canaria de su tiempo; una huella que perdurará para siempre.

Entierro de don Domingo Pérez Cáceres

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