El silbo gomero forma parte de la idiosincrasia de la isla de la Gomera como una seña de identidad propia que va más allá del lenguaje y su origen. El silbo fue creado por los gomeros en etapas prehispanicas para comunicarse en la distancia a través de los clásicos barrancos de los que hace gala la isla.
Con la desaparición del idioma que hablaban los primeros gomeros, el silbo siguió existiendo a partir del Siglo XVI, tras la conquista de las Islas Canarias (aunque en la gomera no hubo conquista per se, quitando la trágica historia conocida como la rebelión de los gomeros que llevó a la matanza de los gomeros), aunque de una forma marginal, ciñéndose al mundo rural, corriéndose el riesgo de perderse su uso, ya que sólo lo utilizaban las personas mayores o del campo. Hay investigaciones que sugieren que el silbo pudo emplearse en otras islas como en el Hierro, aunque no parece haber evidencias contrastadas.
Tuvieron que pasar Monarquías, dictaduras y repúblicas para que el silbo fuese reconocido como se merece, aunque la modernidad no ayudaba dado que sobre todo a partir del Siglo XX las comunicaciones mejoraron considerablemente, aparte de que el pastoreo estaba desapareciendo progresivamente y es que dicha actividad era en donde más se empleaba el silbo (comunicación entre pastores). Es por eso que el Gobierno canario reguló su aprendizaje en la escuela, declarando el silbo gomero como Patrimonio etnográfico de Canarias en 1999.
El hecho de que se mantenga el silbo como Patrimonio era importantísimo, dado que forma parte del carácter isleño. A destacar que el 30 de Septiembre de 2009, el silbo gomero fue inscrito por la Unesco como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad. Un reconocimiento muy merecido.
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