Nos encontramos durante el Reinado de Carlos III. Una época dura donde los precios de productos básicos como el pan estaban por las nubes y el Monarca había cometido el error de nombrar a varios Ministros de origen extranjero, algo que no gustaba al pueblo. Uno de esos extranjeros había nacido en Mesina y se llamaba Leopoldo de Gregorio, aunque era más conocido por su título nobiliario: Marqués de Esquilache.
Desde el principio, Esquilache quiso que el país entrará en la modernidad europea. Tuvo tres problemas: La nobleza no lo quería por ser un vil extranjero que quería aplicar el despotismo ilustrado propio de Europa, la Iglesia lo consideró un anticlerical, ya que la curia se oponía a las medidas que la obligaban a la no confiscación libre de bienes sin antes recurrir al Estado y a la obligación de pagar tributo por los bienes que tuviera en desuso y el resto del pueblo lo odiaba literalmente por su condición de extranjero que vivía del erario público español. A eso no ayudaba el alza aún más grande de los precios.
Carlos III |
Sería el 23 de Marzo de 1766 cuando se originaria una revuelta tachada de motín contra Esquilache, poniéndose como excusa el que el Marqués, mediante un bando, en el que pretendía obligatoriamente sustituir las capas largas y los sombreros de ala ancha usados por los madrileños por capas cortas y sombreros de tres picos, en un intento de europeizar España, alegando que las capas largas facilitaban el ocultamiento de las armas y los grandes sombreros eran una salvaguardia para los delincuentes, ya que podían ocultar el rostro. Este bando, el cual careció de interés en un primer momento por parte del pueblo, fue la excusa perfecta para revelarse contra Esquilache en base a que era el culpable del alza de los precios. Por supuesto tuvieron el apoyo expreso de la Iglesia.
El motín escondía algo más que todo eso, pues es pueblo español le exigió al Rey no sólo la destitución y destierro con deshonra de Esquilache, sino el de todos los Ministros de origen extranjero. El Rey aceptó. Digo que Escondía un punto oculto y no era otro que la xenofobia, ya que los precios siguieron en alza aún con Ministros españoles y no hubo ningún motin contra ellos e, incluso, se impuso el despotismo ilustrado tan denostado por la nobleza.
Cuando estaba a punto de salir hacia la península itálica, Esquilache dejó escrito:
"yo he limpiado Madrid, le he empedrado, he hecho paseos y otras obras... que merecería que me hiciesen una estatua, y en lugar de esto me ha tratado tan indignamente"
Primero desde Nápoles, y más tarde desde Sicilia, Esquilache no cesó de clamar por la rehabilitación de su honra, pidiendo un puesto que demostrase su inocencia. Finalmente consiguió la embajada de Venecia en 1772, la cual conservaría hasta su muerte en 1785, 19 años del motín que le costó la cabeza.
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