Faltan poco más de 40 segundos y tu equipo va perdiendo por 8 puntos, dejándose la Liga. Aparte de eso, el jugador más importante de la plantilla no puede jugar ya que ha llegado a las 5 faltas. Sin embargo, errores propios y ajenos y el equipo se pone a 2. Faltan 14 segundos y el balón te llega al borde de la línea de 3. Es tu momento y tiras un triple. Ese hombre que se juega el todo por el todo se llama Alberto Herreros.
Herreros, antes de todo, eso ya había demostrado que era un grande. Criado en el Canoe para pasar al histórico Estudiantes, allí comenzaría a destacar como uno de los jóvenes valores del baloncesto español. Sería en los 90 cuando daría el salto al Real Madrid en un momento no especialmente bueno para el club blanco, lo que hizo no ganar tantos títulos como merecía.
Herreros se afianzó como uno de los mejores triplistas de la historia, siempre seguro, que le hizo despuntar como uno de los mejores aleros del viejo continente. Dos veces estuvo a punto de ganar la medalla de plata en unos Europeos, pero nuevamentela suerte le fue esquiva.
Mientras ganaba una Liga en la difícil cancha del Barcelona con un ambiente violentamente atroz en el que la antideportividad se hizo presente hasta el punto de que tuvo que recibir el campeonato en los vestuarios ante la lluvia de objetos tiradas al parquet. Hasta esos momentos no fueron del todo buenos.
Para la temporada 2004/2005 había anunciado su retirada. Ya en aquella época era suplente habitual frente a jugadores más jóvenes, aunque la calidad no entiende de edades. Y ahí quedó demostrado cuando en una final, que se daba por perdida, Alberto Herreros recibió el balón en su posición favorita, tira... y encesta. Eso que apenas duró unos segundos, pareció durar horas. Alberto Herreros en su último partido le daba la Liga a su equipo con un milagroso triple que justificaba una carrera.
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