La criptozoología es el arte de buscar lo imposible o increíble y es que aún no siendo reconocida como una ciencia, ésta es el comienzo de todo lo que podríamos conocer o dar por cierto en el mundo animal en un futuro próximo o lejano.
La creación de este término se suele atribuir al zoólogo Bernard Heuvelmans, quien definió la criptozoología como "el estudio de los animales sobre cuya existencia sólo poseemos evidencia circunstancial y testimonial, o bien evidencia material considerada insuficiente por la mayoría". Llamativamente, los zoólogos por lo general nunca han aceptado la criptozoología como una ciencia, ya que suele muchas veces basarse en la tradición o escritos teóricamente pocos fiables sobre la existencia de seres imposibles, bien por forma o que se han extinguido (véase los dinosaurios), algo que podemos decir que en el principio hace la arqueología cuando se quiere estudiar el mundo antiguo.
Tradicionalmente vinculamos la criptozoología a dinosaurios que aparentemente no se extinguieron como el monstruo del lago Ness o serpientes marinas (que llenaron de temor a los marinos), seres mitológicos como las sirenas o cefalópodos gigantes (se ha demostrado la existencia de pulpos extremadamente grandes) y animales de índole más local y humanoide como el yeti o el bigfoot. Aunque resulte paradójico a nada ayudo las supuestas pruebas fotográficas, que buscaban engañar o el afán económico.
¿Un yeti? |
No nos engañemos. Esto es como los OVNIS. Un OVNI es un Objeto Volante No Identificado, lo que no implica que sea una nave tripulada por seres de otros planetas, pudiendo ser un objeto más bien terrestre, pero desconocida. Cualquier especie de la que se sabía que existió o existen historias o testigos sobre su existencia y aparece de repente es un críptido que pasa a ser aceptado por la comunidad científica. Y tampoco hace falta que sea un ser antediluviano.
Un ejemplo lo tenemos en las Islas Canarias donde al parecer se tenía constancia de que el lagarto gigante todavía existía, pero no se había comprobado eficientemente hasta los 90, siendo aceptado bajo el nombre de Gallotia Simonyi para la especie aparecida en el Hierro y Gallotia Bravoana para la especie de la Gomera.
Al parecer formaron parte de las "especialidades culinarias" de los aborígenes canarios, que diezmaron su población, creyéndose que se habían extinguido... hasta ese momento. Al final el lagarto gigante pasó de ser un críptido a un ser taxonómicamente aceptado ¡Qué cosas!
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