Ayer no pudo más que alegrarme por el homenaje recibido por uno de los ídolos de mi infancia y adolescencia que es Raúl González Blanco.
Porque a Raúl no sólo lo he admirado como jugador, sino como persona ya que representa los valores de tesón y lucha tan importantes en la vida de una persona. Raúl no era el jugador más técnico de la plantilla, ni el que más asistencias daba, no el que mejor regateaba y muchos de sus goles no eran especialmente brillantes (aunque algunos de ellos fueron realmente brillantes), pero desde su empeño por triunfar y comerse el mundo, nos demostró que un simple chaval de 17 años puede llegar a las cúspides más altas.
La trayectoria del 7 del Real Madrid no ha sido fácil. Siempre se le acuso de depender mucho de sus goles para hacer grandes partidos (para mi Raúl es mucho más que gol) y desde el país que se supone que tiene que alabar sus cualidades, nunca se le acepto porque se decía que técnicamente era limitado (tampoco es extraño de un país como España en el que la envidia es deporte nacional).
Tampoco fuera tuvo el reconocimiento adecuado. El Balón de Oro se le resistió. Puede que porque no consiguiera ningún titulo con la Selección Nacional. Pero a pesar de esos fracasos, los cuales se dan en toda vida deportiva, Raúl siempre fue grande.
El de ayer no fue un simple homenaje a un jugador extraordinario, sino a todos unos valores encarnados en la persona que es Raúl. Un jugador que a pesar de las críticas y también halagos, a pesar de la llegada de multiples jugadores, muchos de ellos los mejores del mundo (Laudrup, Mijatovic, Roberto Carlos, Figo, Zidane, Ronaldo, ...), siempre demostró el orgullo de llevar el escudo del Real Madrid y la Selección Nacional en el pecho.
Porque se puede ganar y perder de muchas formas, pero Raúl nos demostró con sus goles, con sus ganas de ganar y su mucha deportividad que también un español puede estar entre los más grandes del panorama internacional. Por esas y muchas cosas más, ¡Gracias Capitán!
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