Ahora es habitual que la Selección Española de Baloncesto consiga medallas en cada competición que participa, disputando partidos que, sin lugar a dudas, pasaran a la historia del baloncesto mundial. Pero hace 30 años, la Selección no era lo que actualmente es y a nivel internacional le costaba, aunque alguna que otra vez se hacía un buen papel en algún Europeo.
Un equipo para la historia |
Pero unos Juegos Olímpicos eran distintos y España se disponía a vivir la competición de baloncesto un año de 1984 con la posibilidad de lograr algo grande. Se venía de un meritorio cuarto puesto en el Mundial de Colombia dos años antes y de conseguir na medalla de plata en el Europeo del año anterior. Dirigidos por uno de los mejores seleccionadores de su historia como era Antonio Díaz-Miguel, los mejores jugadores del momento en España ponían rumbo a Los Ángeles con la finalidad de conseguir un sueño, el hacer un buen papel en una cita tan importante.
La plantilla española estaba compuesta por Juan Antonio San Epifanio “Epi”, Juan Antonio Corbalán, Fernando Martín, Nacho Solozábal, Juan Domingo de la Cruz, Juan Manuel López Iturriaga, Fernando Romay, Andrés Jiménez, Josep María Margall, José Luis Llorente, Fernando Arcega y José Manuel Beirán. Doce hombres que harían vibrar a un país entero.
España quedo segunda de su grupo por detrás de los Estados Unidos, haciendo un juego combinativo espectacular con el brillante juego de sus hombres altos ("Epi" y Martín) y unos rompedores exteriores que hicieron que el combinado nacional fuera la sensación de esa primera ronda. A pesar de ganar el primer partido a Canadá por sólo un punto (83-82), las victorias aplastantes a Uruguay, Francia y China (90-107, 82-97 y 83-102 respectivamente) hicieron subir la moral a los aficionados que, sin embargo, vieron como los estadounidenses nos ganaban el último partido de la liguilla por 101-68.
Antonio Díaz-Miguel, artifice del sueño |
La victoria en cuartos ante Australia por 101-93 posibilitaria el enfrentamiento en Semifinales contra Yugoslavia. En aquella época se hablaba de conflictos a nivel político entre los Estados Unidos y la URSS, que también se extendieron al baloncesto, donde eran los mejores equipos del momento. Pues Yugoslavia era en ese momento la única que podía hacer cierta sombra a esos gigantes del baloncesto mundial. Yugoslavia contaba con uno de los mejores baloncestistas de la historia, Drazen Petrovic, siendo la favorita para la final. Pero España tenía mucho que decir. Y dijo.
Con un magistral José Luis Llorente en la dirección (el experimento con Corbalán y Solozabal no funciono), Margall que ese día se salio con 16 puntos y unos magistrales "Epi" y Jimenez se consiguió la victoria por 74-61. El sueño se estaba haciendo realidad.
Otra vez nos volveríamos a encontrar en la final con los Estados Unidos. A pesar de que los americanos aún contaban sólo con jugadores no profesionales, eran un enemigo temible que habían ganado todos las competiciones olímpicas desde el ingreso del baloncesto en 1936, excepto 2: una en 1972 con el robo en el último instante de la URSS y en 1980 debido a que el país no participo por los eternos conflictos con los soviéticos ya que ese año se jugo en Moscú. Los soviéticos no participaron en Los Ángeles para devolverles la moneda y parecía que iba a ser muy fácil para los confiados americanos.
En el equipo estadounidense ya estaban jugadores que serían estrellas muy pronto como Pat Ewing, Chris Mullin, Sam Perkins y el gran Michael Jordan.
El partido fue realmente igualado hasta el descanso, siendo los estadounidenses los que llevaban la manija, pero al final los españoles sucumbieron por un 96-65 que, sin embargo, a pesar de la derrota fue celebrado igual que una victoria, dado que se había conseguido un éxito sin precedentes. Una histórica plata. Algo que era un sueño se había convertido en realidad.
Los jugadores actuales de la Selección de Baloncesto deben estar alegres por sus éxitos recientes, pero no deben olvidar que otros, igualmente grandes, les precedieron, alcanzando logros que hasta ese momento eran impensables. Aquella medalla de plata fue un hito, no sólo del baloncesto, sino del deporte nacional. Por eso, sólo cabe felicitar a aquellos valientes que hicieron realidad un sueño impensable.
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