Hace unos meses, cuando derrocaron al Presidente elegido democráticamente en Egipto, dije que de las revoluciones, ni golpes de Estado viene nada bueno y desgraciadamente se ha cumplido punto por punto lo que dije, algo que es triste, pero era evidente.
Hasta este momento ha habido más de 500 muertos (y aumentado) y más de 3.000 heridos en una noche que resulto toda una masacre que ha obligado a dimitir al vicepresidente, el cual fue Premio Nobel de la Paz. Egipto, visto lo visto, no tiene solución y la situación puede volverse aún más sangrienta. Y todo por no aceptar la decisión de las urnas que aunque solventaron por un escaso margen que ganara un musulmán, eso no le quita validez a su legitimidad. Pero aceptar la decisión de la mayoría de las personas para determinadas personas es muy difícil y más cuando no se tiene una verdadera cultura democrática.
La confrontación civil es ya inminente. Y para colmo parece que a las potencias extranjeras, aquellas que parece que hicieron tanto por la derrocación del dictador (todo por interés, más bien) ahora miran para otro lado, en especial una: los Estados Unidos de América que vivió muy bien mientras el dictador egipcio estaba en el poder y que sigue proveyendo de "ayuda" al ejercito del país, el cual fue el que derrocó a Presidente elegido (lo reitero) por el pueblo egipcio. Es por eso que los dirigentes de los Estados Unidos, nación que no destaca precisamente por ser amiga de la Paz y la Democracia (a la historia me remito) evita en todo momento hablar de golpe de Estado.
Unos portan las armas que matan a inofensivos civiles, pero el pecado de otros es mayor. El llevar a un país a una de las desgracias más grandes que le puede sobrevenir al ser humano: la guerra civil.
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