España es el país de la crítica constante. Y de la hipocresía. Siempre nos quejamos de que sí los partidos presentan a corruptos o un señor/a esta veinte o más años ocupando una Alcaldía, pero ¿Acaso no somos los que perpetuamos a un señor en el cargo? ¿No somos nosotros los que votamos a un señor imputado por corrupción?
Lo bueno que tiene la Democracia es que nosotros podemos elegir a los cargos que nos representará durante cuatro años en las diferentes Instituciones, pero nosotros con nuestra dejación como ciudadanos estamos permitiendo la perpetuidad de determinados personajes, cuyo trabajo siempre ha sido la política. Ésto, junto a los casos de corrupción y la falta de soluciones ante la crisis, ha propiciado la llegada de determinadas posturas radicales, que por no ser novedosas, no dejan de ser muy peligrosas. Los ciudadanos tenemos, con nuestro voto, actuar responsablemente y que dentro de una Democracia, haya gente que este más de veinte años ocupando el "sillón de mando". No basta con criticar la corrupción: Basta con afrontarla y que el corrupto no sólo tenga la reprimenda judicial, sino el rechazo de la sociedad porque sí bien es verdad que los partidos han llegado a poner a personas imputadas, también lo es que el ciudadano ha avalado al candidato en cuestión y ejemplos los hay muchos (Fabra en Castellón o el PSOE en Andalucia).
El ciudadano tiene que ser responsable del cambio social y, por supuesto, alejarse de posturas extremistas, que lo que propugnan es derrocar el Sistema Democrático. Y en este caso sobran las equivocaciones. No vale decir: "me equivoque y vote a posturas radicales porque 'prometieron' esto o aquello". Lo mismo dijeron los alemanes en los años 30 y lo demás es historia. Una negra historia del Siglo XX.
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