lunes, 10 de julio de 2017

Gritos de rabia y dolor

Ya lo he comentado alguna vez. Si algo se me quedó grabado en mi mente (y así hasta hoy) fue como ante el secuestro y asesinato de un Concejal de una pequeña localidad llamada Ermua por parte de unos miserables sin escrúpulos, el pueblo español, los ciudadanos de bien (reiterare mil veces lo de "de bien") salieron, salimos, a la calle exigiendo a esos individuos asquerosos que pararan. Primero ante la angustia de su secuestro y chantaje al Estado y otra ante el asesinato por la espalda (marca de la casa ETA) de un joven (con ilusiones, proyectos, ...) al que habían cercenado su vida. 


Ahora que los brazos políticos de esos asesinos están en las instituciones y algunos por coincidencias ideológicas los defienden o justifican, no me voy a centrar en ellos dado que con sus excusas o su falta de condena para los actos críminales de ETA ya han demostrado sobradamente su catadura moral. Prefiero centrarme en los buenos para recordar que esto no sólo no ha de ser olvidado por parte de nosotros, sino que debe ser recordado para que las generaciones futuras no se olviden que habían (y siguen habiendo) unos asesinos que por defender sus ideas mataban o justificaban (y justifican) los asesinatos, mientras otros eran en muchos casos baleados por la nuca. Los gritos de las victimas, así como de sus familiares eran también los nuestros. NO; claro que nunca podemos olvidarnos de aquellos que causaron tanto dolor... y las instituciones tampoco deben hacerlo. Una vida no puede valer cinco, doce o veinte años en función de si un miserable terrorista supuestamente se arrepiente. Quitar una vida es peor que cualquier otro crimen. Quitar una vida es creerse Dios. Y esos asesinos se creyeron (y creen) estar por encima del bien y del mal. NO. Nunca olvidaremos.

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