domingo, 6 de noviembre de 2016

¡Cristales rotos!

Durante los años 30 en Alemania las cosas se habían puesto muy mal para los judíos. Si durante la edad media, eran los causantes de todos los males, en pleno Siglo XX parecía que se repetía la cosa y es que Hitler tenía un odio especial al judío causante de que la gran Alemania hubiera claudicado frente a las potencias vencedoras en la Gran Guerra. 


Sería la noche del 9 al 10 de Noviembre de 1938 cuando saltaría todo, demostrándose que gran parte de la población alemana sabía lo que estaba pasando y no hizo nada o aún peor se unió al nacionalsocialismo. Esa noche se quemaron sinagogas y rompieron cristales de comercios regentados por judíos por lo que esa noche se conoció como la noche de los cristales rotos. Este infame ataque fue llevado a cabo por tropas de asalto de las SA junto con la población civil, mientras las autoridades alemanas observaban sin intervenir. Y de hecho, no pasó nada. Ni los culpables fueron detenidos, ni se restituyó a los judíos perjudicados. 

Sinagoga destruida

Los responsables nazis argumentaron que este suceso fue una reacción espontánea de la población tras el asesinato, el 7 de Noviembre de 1938, de Ernst vom Rath, secretario de la embajada alemana en París por un joven judío polaco de origen alemán, Herschel Grynszpan, uno de los muchos que, junto a su familia, tuvo que huir del nazismo. Un estudio del periodista e historiador Armin Fuhrer ha demostrado que la muerte del diplomático alemán pudo evitarse, probando con documentos y testimonios que tras el atentado su estado era estable en el hospital, hasta que Hitler mandó a su médico particular, llamando la atención de que a partir de ese momento vom Rath empeorase hasta acabar falleciendo. 


La muerte fue presentada como una actuación infame del judaísmo que buscaba acabar con la "Gran Alemania", que ellos, los nazis. Por otra parte, se sabía que los ataques contra propiedades judías era conocida por Adolf Hitler, ya que fueron organizadas por Joseph Goebbels y cometidos por miembros de la SA, la SS y las Juventudes Hitlerianas, apoyadas por el SD, la Gestapo y otras fuerzas de la policía a las que se unieron una parte importante de la población civil. 


Antes y después, habían habido más ataques contra judíos o sus propiedades, pero esta, la noche de los cristales rotos, marcó un antes y un después en la historia. Una situación lamentable que demostraba el desquiciamiento al que había sido llevada una Alemania cada vez más pequeña.

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