miércoles, 8 de agosto de 2018

Los códices

Cuando no existía la imprenta... estaban los códices. Éstos son un conjunto de hojas rectangulares (que pueden ser de pergamino, papiro o papel) plegadas, cosidas entre si y encuadernadas que son parte esencial de la historia como recuerdo vivo de lo que un día fue el hombre y que tuvieron en el medievo su punto álgido, ya que estos, los cuales por definición eran hechos a mano, eran elaborados por religiosos y es que era (y es) en los monasterios donde se haya una riqueza cultural de valor incalculable.


A nivel etimológico, la palabra "códice" procede de la palabra latina "codex", la cual procede de la contracción del diptongo de la palabra también latina caudex, -icis ("tronco" -de la que se ha propuesto su origen). De la palabra códice derivaron otras palabras como "codicilo", que es empleada en contextos testamentarios, siendo ésta una disposición que la que el que testa añade una modificación no sustancial del mismo a su testamento con posterioridad a ser otorgado. 


En el códice no sólo es resaltable su contenido, sino de la forma en que esta expresado con dibujos para la mejor compresión de lo que se está leyendo. Por supuesto,  más allá de la llegada de la imprenta, existen en América los llamados códices precolombinos (anteriores a la llegada de Colón a América) que nos sirven para entender un poco el contexto en el que se movían las culturas amerindias como los mayas o los mexicas. 

Guerreros aztecas en el Codex Mendoza.

Entre los siglos I y V d.C convivieron dos formas de libro, que era el mencionado códice y el rollo, que como su nombre indica era una larga lamina de papiro enrollada sobre si misma, que fue utilizada muchísimo en épocas egipcias, romanas y mesopotamicas. 


Por supuesto, el códice sobrevivió al papiro y el códice no sobrevivió a la imprenta y es que hubo un antes y un después, tras la llegada de este artilugio, con el cual se podía producir gran cantidad de libros en tiempo record. Para elaborar un códice se podían tardar años y años. A pesar del tiempo, los códices se mantienen como testigos mudos de una época.

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