Estos días he tenido la oportunidad de poder ir a Galicia, quedandome fascinado con su historia, arquitectura, arte y gastronomía. Entre las cosas que más llamaron mi atención fueron una serie de monumentos que consistían en un pedestal en cuya cúspide se hallaba un crucificado (muchas veces acompañado en su cara posterior de la Virgen u otro Santo). Me estoy refiriendo a los cruceros (cruceiros en gallego).
Sería injusto decir que sólo se hallan en Galicia, puesto que también los hay en Cantabría o Castilla-León e incluso fuera de nuestras fronteras en países tan distantes como Inglaterra o Brasil, pero es en la zona de Galicia y parte de Portugal donde se dan más este tipo de monumentos a los que la gente no ha sabido dar una explicación clara del motivo de su realización.
Normalmente se hallan en las encrucijadas de caminos y puede tener relación con el ambiente religioso creado a partir de la contrarreforma con el famoso Concilio de Trento donde se puso de relieve la relación personal que debía existir entre el creyente y Dios, así como el establecimiento de la inquisición. Cabe decir que no existe este tipo de monumento antes de que se celebrase dicho Concilio en el que, por cierto, participó algún gallego.
Los cruceiros es evidente que tuvieron lugar en un ambiente de religiosidad extrema, aparte del carácter protector que se le daba a la figura del crucificado en unas tierras que recibían muchos visitantes y especialmente personas que peregrinaban camino de Santiago de Compostela y que tenían que hacer frente a todo tipo de peligros, incluido el de los asaltantes precisamente en los cruces de caminos. Se cree que muchas ordenes mendicantes favorecieron la construcción de cruceiros como defensores de la verdadera Fe.
Los cruceiros se siguieron construyendo hasta mediados del Siglo XVIII, siendo a partir de ahí cuando la fiebre edificadora de tales monumentos
disminuye debido probablemente a la reducción del fervor religioso gracias a la aparición de las ideas de la Ilustración. Lo cierto es que los cruceros o cruceiros nos quedaran como testigo mudo de una época y puede que aún sigan protegiendo a los viandantes.
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