domingo, 13 de agosto de 2017

El jardín de las Hespérides

Contaban los antiguos helenos que en un lejano rincón del occidente (muy probablemente cerca de la cordillera del Atlas en el continente africano) se hallaba un jardín propiedad de la Diosa Hera en el que había un único árbol (o, en función de las versiones, toda una arboleda) que daba manzanas doradas que proporcionaban la inmortalidad a todo aquel que las probaba. Dicho manzano, así como su fruta había dado a Hera como regalo de su boda con Zeus, encargándose a las Hespérides, el cuidado de dicho jardín y muy especialmente dicho fruto. 


Las Hespérides no entraban de lleno en el trasiego entre Dioses y humanos, siendo normalmente 3, recibiendo nombres determinados, que podrían variar en función del mito o la historia. La misión siempre era la de proteger las manzanas. 


Al propio Heracles se le asigno como undécimo trabajo el robar el fruto del manzano por lo que utilizó al titán Atlas (que según las creencias tenía algún grado de parentesco con las Hespérides) para obtenerlas. Lo cierto es que fueron muchos griegos los que intentaron dar con el famoso jardín y probar el fruto de la inmortalidad... sin conseguirlo, claro.

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