Con la llegada de Felipe V para reinar a España, se extendió la idea que hubiera un organismo que intentara velar por el mantenimiento del español como lengua, así como sus formas, usos y expresiones que logicamente cambiaban con el tiempo. El español (o castellano) de América no era el mismo que el de América e incluso podía cambiar en sus expresiones o palabras en función de la geografía española por no hablar que el castellano del Siglo XVII era algo diferente con respecto de Siglos anteriores.
Cabe decir que España a diferencia de Francia, Italia o Portugal, no tenía un gran diccionario, algo lamentable. El núcleo inicial de lo que sería futura Academia lo formaron en 1711 los ocho novatores que se reunían en la biblioteca del palacio madrileño de Juan Manuel Fernández Pacheco, Marques de Villena, situado en la plaza de las Descalzas Reales en la villa de Madrid.
Sería precisamente el propio Marques quien promoviera la actual Real Academia Española de la Lengua (RAE) con el objetivo de preservar el español, siendo constituida legalmente por una real cédula el 3 de Octubre de 1714.
Los volúmenes del primer diccionario de la lengua española aparecieron entre 1726 y 1739, la primera ortografía en 1741 y 30 años después la primera gramática treinta, algo que suponía todo un avance con respecto de etapas anteriores y que ponía de relieve lo importante que era no sólo mantener, sino que hubiera una institución que corrigiera los errores actuales con respeto del uso del castellano, así como que adaptase la lengua a los tiempos como la llegada de nuevas expresiones o palabras. A lo largo de sus tres siglos de historia ha tenido veintinueve directores y desde el año 1894 ocupa su sede en la calle de Felipe IV en Madrid.
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