Siempre, da igual las épocas, hay un deportista que hace que te aficiones a determinado deporte. En mi caso, me aficione al baloncesto gracias a Michael Jordan y aquellos Bulls arrolladores, me aficione al fútbol cuando vi con la pasión con la que jugaba un por aquel entonces jovencisimo Raúl y me aficione al ciclismo gracias a un rompedor ciclista que forma parte del Olimpo de la bicicleta: les estoy hablando de Miguel Indurain.
A mi, como a casi todos los que nacimos por aquellos años, finales de los 80 y principios de los 90, se me quedo grabada la imagen de ese corredor portentoso, yendo en carrera, apoyado por toda España y cuyo pundonor hizo que ganara hasta cinco Tours de forma consecutiva.
Era de esos corredores que levantaban de los asientos a España, tal y como hace en la actualidad Rafael Nadal. El Tour siempre fue uno de los acontecmientos dignos de ver este verano. Era y es anual por lo que no es como un Mundial o una Eurocopa, que como son cada cuatro años a veces pierdes la perspectiva. España volvió a ganar otros Tours, mal que les pese a los franceses, pero nunca sentí la emoción de aquel Miguel Indurain, que emociono a más de uno.
Por otro lado, esta la estafa más grande que se puede cometer en el deporte: el dopaje. Uno de los máximos exponentes fue Lance Armstrong, ganador siete veces consecutivas del Tour soprendentemente. No digo que no se puedan ganar, sino que Armstrong antes del cáncer que padeció, no era más que un corredor del montón, por no decir mediocre. Y sólo corría el Tour. Finalmente, se demostró la estafa deportiva, poniendo en entredicho al ciclismo de competición.
En la actualidad, el Tour esta infravalorado por sus propios méritos: etapas interminables, algunas de más de 200 Km., ediciones que empiezan en países diferentes, controles antidoping bajo sospecha y un largo etcétera. Es muy triste porque yo, al igual que muchos, crecí viendo este deporte en televisión. En cierta medida, las retransmisiones del Tour forman parte de mi infancia. Y algunos miserables se lo están cargando. Una pena.
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