miércoles, 17 de junio de 2020

Quo Vadis: una historia en tiempos de Nerón

"El camino se hallaba desierto. Los aldeanos que traían al amanecer verduras a la ciudad no habían enganchado aún los caballos a los carros.
Y en las losas de piedra con que se hallaba pavimentado el camino resonaban las pisadas de los zuecos que calzaban los viajeros.
Luego se asomó el sol sobre las colinas; pero, en aquel instante, una visión maravillosa se presentó a los ojos del apóstol. Le pareció que el disco dorado, en vez de ascender por el firmamento, iba bajando y avanzando hacia el camino por donde ellos se dirigían.
Entonces, Pedro se detuvo y preguntó:
—¿Ves aquella claridad que se acerca hacia nosotros?
—Yo, nada veo —contestó Nazario.
Pero Pedro se puso una mano, a guisa de visera, delante de los ojos, y dijo al cabo de algunos instantes:
—Una figura viene hacia nosotros envuelta en los resplandores del sol.
Pero a los oídos de ambos no llegaba ni el más leve ruido de pasos. A su alrededor, todo se hallaba silencioso. Nazario vio tan sólo que los árboles se mecían a lo lejos, como si alguien estuviera sacudiéndolos, y la luz se extendía más abiertamente sobre la llanura.
El joven miró sorprendido al apóstol y exclamó, inquieto:
—Rabbí, ¿qué tienes?
El báculo de peregrino se había caído de las manos de Pedro a tierra; sus ojos, inmóviles, miraban hacia delante; su boca estaba abierta, y en su rostro se pintaba el asombro, el gozo y el arrobamiento. De pronto se arrodilló, extendió los brazos hacia delante, y de sus labios brotó este grito:
—¡Oh Cristo!… ¡Oh Cristo!…
Y cayó con el rostro en tierra, como si estuviera besando los pies de alguien.
Se sucedió un largo silencio; y luego se oyeron estas palabras del anciano, medio ahogadas entre sollozos:
—Quo vadis, Domine?…
Nazario no oyó respuesta alguna; pero a los oídos de Pedro llegó una voz dulce y dolorida, que dijo:
—Si tú abandonas a mi pueblo volveré a Roma a ser crucificado por segunda vez"
Todo comienza en el 63 d. C. En la época del Imperio Romano, cuya cabeza visible era ese déspota enloquecido que fue Nerón, el joven Marco Vinicio, tribuno de las legiones romanas y, por lo tanto, curtido en mil batallas, visita a su tío Petronio, el árbitro de la elegancia y uno de los favoritos del propio Barbas de Cobre (uno de los muchos títulos populares que recibió Nerón junto al de "matricida" e "incendiario"), para que le ayude a conseguir a Ligia, una rehén del ejército romano de ascendencia Ligia (su nombre real es Calina), la cual vive con una familia que la considera su hija adoptiva. Sin embargo, Vinicio no sabe que la bella Ligia de la que se ha enamorado pertenece a una secta procedente de judea y que ha llegado con mucha fuerza a "amenazar" las costumbres romanas. Ligia es cristiana, por lo que será una piedra de toque para un hombre que vivirá una especial transformación.


Henryk Sienkiewicz va mucho más allá de la historia de amor entre Vinicio y Ligia. Con una habilidad extraordinaria, el Nobel polaco retrata el contraste entre la aristocracia romana (siempre excesiva y frívola y que desprecia la vida) y los primeros cristianos, perseguidos y martirizados por un Nerón desenfrenado, el cual se cree un gran poeta cuando en realidad es un mono sin talento y que llegó a acusarles del incendio de Roma ("te creí digno del espectáculo como el espectáculo es de ti" le contesta Petronio de forma irónica cuando el incendiario le pregunta lo que le parece su gran obra con composición poética incluida en pleno éxtasis de fuego sobre la Ciudad Eterna).

El autor 

Otros han querido ver una realidad más profunda en la obra del escritor polaco: una metáfora política. Henrik Sienkiewicz (1846-1916), escritor, pero por encima de todo un patriota, veía como su querida Polonia era sojuzgada por el imperialismo de Rusia y su Zar (comparable a Nerón), equiparando así a los polacos de entonces, que se habían levantado contra la ocupación rusa, con los primeros cristianos perseguidos por Roma.
Más allá de interpretaciones, Quo Vadis, publicada en 1896, se convirtió en poco tiempo en un clásico de la literatura, que trasciende su propia época realizándose varias adaptaciones cinematográficas (la primera es italiana y data de 1913, siendo una de las primeras obras de cine épico), entre las que destaca la que en 1951 protagonizaron Robert Taylor, Deborah Kerr y Peter Ustinov (como un fenomenal Nerón). Lo que es curioso es que, siendo la más conocida (el factor Hollywood y que fuese grabada en los míticos estudios Cinecittà tiene mucho que ver), es una adaptación bastante alejada de la novela.


Dejando de lado eso, todo pasó y hasta las injusticias de ese Anticristo que fue Nerón terminaron:
Y así pasó Nerón, como un torbellino, como una tormenta, como un incendio, como pasa la guerra y pasa la muerte; pero la basílica de San Pedro gobierna hasta ahora, desde las cumbres del Vaticano, a la ciudad y al mundo.
Cerca de la antigua Puerta Capena existe hasta hoy día una pequeña capilla, que lleva esta inscripción, algo borrada por el tiempo: Quo vadis, Domine?

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