martes, 7 de mayo de 2019

Dos horas en Polopos

Como si de un retorno a los inicios. Hace más de 100 años que un comerciante partió de la costa granadina a la isla de Cuba. Tras hacer fortuna, recaló en Tenerife donde conocería a una mujer de la que se enamoraría, casandose y teniendo tres hijos, falleciendo joven. La mayor de sus hijos sería la madre de mi abuela, la madre de mi madre (mi bisabuela por tanto). Desde tiempo inmemorial he escuchado esa historia, pero hasta hace relativamente poco desconociamos de dónde era aquel hombre que partió a Cuba más allá de que pertenecía a la provincia de Granada (¿era de la misma ciudad de Granada o de algún pueblo circundante?). Gracias a la casualidad de que una prima segunda de mi madre había hecho una genealogía de nuestra familia, descubrimos que nuestro antepasado era de un pueblo granadino de nombre ciertamente curioso (y que no había oído en mi vida): Polopos. Poco después rastreamos el pueblo, el cual está en la Alpujarra granadina, y vino a surgir en nosotros la idea de ir al pueblo donde comenzó una parte de nuestra historia. Así que mi madre, mi hermana y yo, aprovechando que era el puente de Mayo (día del trabajador + día de la Cruz) decidimos ir a Granada y concretamente al pueblo de nuestro pariente. 


Quien me conoce sabe que rara vez no me mareo en un trayecto con curvas y está vez no fue la excepción. Tras levantarnos temprano, recalar primero en Motril (con un magnifico amanecer) y llegar a la costera La Mamola, nos informamos de que un taxi venía de arriba para recogernos. Fueron unos 10 mínutos, pero para mi resultaron el doble o el triple. Tiempo después supe que mereció la pena el suplicio carreteril, pero no obstante tuve mis dudas en un inicio. 


En cuando al pueblo consta de unos 60/70 habitantes, habiendo sólo dos niños (a los que recogen para ir al colegio que está en la Mamola) y el Ayuntamiento se halla igualmente abajo, aunque una vez por semana se traslada algún funcionario a la zona. Indudablemente hermoso, fuímos informados un poco de la historia del pueblo por los lugareños (podríamos decir que durante el viaje tuvimos guía turístico sin pretenderlo), le referimos la historia de mi tatarabuelo (algunos de ellos coíncidian en apellidos con él, pero vayan ustedes a saber) e incluso nos abrieron la Iglesia del lugar. 


Dedicada a la Virgen del Rosario, una mujer nos abrió el Templo (que data dfel Siglo XVIII), que por fuera parecía antiguo, pero por dentro era completamente nueva, dado que nos contaron que fue quemada durante la guerra.  En ella, aparte de la Virgen, había un Cristo en el centro, encima un magnífico cuadro de la Última Cena y a los lados una Virgen del Pilar.


Desde un punto de vista histórico, me llamó la atención que en las dependencias que usa el Ayuntamiento hubiera una placa donde se decía que en el mes de Diciembre de 1988 José Barrionuevo, Ministro de Transportes, Turismo y Comunicaciones, acudió a Polopos para despedir la última centralita manual de teléfonos que seguía funcionando en España. 


En los años 50 y 60, Polopos tendría unos 1000 habitantes. El referido año de 1989 contaba con unos doscientos habitantes. Su mayor fuente de riqueza era la agricultura, mermada por la escasez de agua y una falta de infraestructura importante. También nos refirieron que Polopos era muy reconocida por sus viñas (de hecho hay una fiesta del vino en la zona, que se celebra el Domingo anterior al día de Andalucia) y sus castañas. 


Con un entramado de calles estrechas y empinadas, tras ser informados un poco de la historia y su belleza, callejeamos un poco, ciertamente despertando cierta curiosidad dado que no cree que antes de los meses de verano pase mucha gente por la zona. Lo que si puedo decir es que estamos ante un hermoso enclave que merece ser visitado. 


Tras dos horas en el pueblo, nos vinieron a recoger y tento que decir que el trayecto de vuelta se me hizo un poco menos pesado. Puede que fuera por la alegría de estar en un pueblo singular en el que nació un hombre que hace más de 100 años partió hacía lo desconocido; un lugar al que más de un siglo después unos parientes suyos han visitado. Quiero creer que allá donde se encuentre, este contento de que por fin unos descendientes suyos hayan visitado la tierra que le vió nacer; la tierra de Polopos.

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