A veces escuchamos la expresión "incunable" para determinados libros que tienen un valor especial por lo que nos relatan, es único en su especie (una edición de coleccionista, para entendernos, por lo que también algunos lo utilizan para ámbitos como el de la música) o en función de su antigüedad, pero lo cierto es que dicha palabra es mal utilizada. Un incunable (del latín "incunabulae", cuya traducción es "en la cuna") es un libro impreso durante el siglo XV, Concretamente entre el 1453 (año de la invención de la imprenta moderna: la famosa imprenta de Gutenberg) y antes del día de Pascua de 1501.
El término se atribuye a un tal Bernhard von Mallinckrodt para referirse a la época en la que los libros se hallaban "en su cuna" o primera "infancia" de la técnica moderna de hacer libros a
través de la imprenta (recordemos que antes los libros se hacían uno por uno y a mano por unas personas llamadas copistas).
Por lo visto hay diferentes tipos de incunables (no me voy a detener en eso) y se calcula que de 1200 imprentas, distribuidas entre 260 ciudades, se lanzaron 35 000 obras distintas aproximadamente. Esas obras sí que son incunables.
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