Se enamoró de una dama. Esa hermosa mujer, la cual tenía unos ojos preciosos, se llamaba Laura Gonzaga. Hombre de elevados pensamientos, parece que su Amor no fue correspondido. Sin embargo, a dicha dama le dedicó todo un cancionero en el que sobresale un maravilloso madrigal.
Desde la primera vez que lo oí recitar, me maravillo. Sólo un genio enamorado podía componer tal maravilla. El poeta en cuestión se llamaba Gutierre de Cetina y dicho poema ¡Qué poema!
Ojos claros, serenos,
si de un dulce mirar sois alabados,
¿por qué, si me miráis, miráis airados?
Si cuanto más piadosos,
más bellos parecéis a aquel que os mira,
no me miréis con ira,
porque no parezcáis menos hermosos.
¡Ay tormentos rabiosos!
Ojos claros, serenos,
ya que así me miráis, miradme al menos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario