Prometeo, hermano de Atlas (el titán que fue condenado a sujetar la boveda terrestre), Epimeteo y Menecio, a los que superaba en astucia, sería un gran benefactor de la humanidad. Uno de sus primeros engaños a los Dioses fue cuando Zeus, Rey de los Dioses iba a realizar el sacrificio de un gran buey que dividió
a continuación en dos partes: en una de ellas puso la piel, la carne y
las vísceras, que ocultó en el vientre del buey y en la otra pondría los
huesos, cubriendolos de grasa. Dejó elegir a Zeus
la parte que comerían los Dioses. Zeus escogió la capa de grasa y se
llenó de cólera cuando vio que en lo que había hecho era escoger los huesos.
Desde ese momento los seres humanos quemarían en los sacrificios los huesos para
ofrecerlos a los dioses,y comer la carne.
Indignado por este engaño, Zeus privó a los hombres del fuego. Prometeo decidió robarlo, por lo que subió al monte Olimpo, morada de los Dioses, y lo cogió del carro de Helios o de la forja de Hefesto (aquí podemos comprobar que existen varias versiones), y lo consiguió devolver a los hombres en el tallo de una cañaheja, la cual arde lentamente. De esta forma, la humanidad pudo calentarse.
Tras vengarse de la humanidad mediante la famosa caja que abrió Pandora (la cual desató todo tipo de males y enfermedades), Zeus procedió a castigar a Prometeo. Hizo que lo llevaran al Cáucaso, donde fue encadenado por el forjador Hefesto. Zeus envió un águila para que se comiera el hígado a Prometeo, pero al ser éste inmortal, su hígado volvía a regenerarse cada noche, y el águila volvía a comérselo cada día y así sería durante la Eternidad... ¿O no?
Heracles pasó por el lugar de cautiverio de Prometeo de camino al jardín de las Hespérides
y lo liberó disparando una flecha al águila. A
Zeus no le importó llamativamente que Prometeo evitase de nuevo su castigo, ya que este acto de
liberación ayudaba a la glorificación del mito del gran
Heracles, uno de sus muchos hijos. Prometeo fue liberado, pero con una condición: debería llevar con él un anillo unido a un trozo de la roca a la que fue
encadenado por robarle el fuego a los Dioses.
Mary Shelley publicaría la reconocida novela "Frankenstein o el Moderno Prometeo" en referencia a que Victor Frankenstein le había robado A Dios su propia capacidad de crear vida, igualandose a éste, tal y como había hecho Prometeo, el cual le había robado algo tan sagrado a los Dioses como el fuego.
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